Poquito
a poco cada concejal va consiguiendo sus “cacharritos”. Cacharritos o material
para realizar su labor, que en este argot ciudadano cacereño popular se llaman
así, simplemente: cacharritos.
Viene
la cosa a cuento de que Fernández Lozano, sin mucho pedir ni armar tanto ruido
como Machuca con el sonómetro, ya consiguió una grúa de cesta de nada menos que
catorce metros de altura —que ha costado sus buenos duros— y que servirá para
quitar y poner bombillas de los sitios altos (cuando se aprenda bien el
funcionamiento, porque ahora sucede como con las “siete y media”, que o te
pasas o no llegas, y todo tiene su aprendizaje). Pero, en fin, ahí está el
flamante “chirimbolo” al que no puede ponérsele una pega, al menos por lo que
vimos en las pruebas que ante el Ayuntamiento y el alcalde se hicieron. Pero
verán ustedes cómo las pegas surgen. De momento nosotros sorprendimos a dos
vecinos que , presenciando aquello, apuntaron a una: “Con todo lo de la crisis
del petróleo —decían— nuestro Ayuntamiento se embarca en un instrumento que
funciona por gasolina, que ya verás tú como con la guerra de Irán e Irak va a
quedar arrumbado en los talleres por esta imprevisión.” “¡Cuánto mejor hubiera
sido comprarlo de los que funcionan por alcohol, que en Brasil ya los tienen!
—apuntaba otro—, porque aquí la gasolina puede faltarnos pero el alcohol… Y,
además, lo cómodo que sería llegar a “Casa Maleno” y decir: Ponle un litro a la
grúa y a mí dame un chato, y la tapa de tencas échasela también en el depósito.
Que aquí pasa lo que pasa: que no hay investigación como muy bien ha dicho el
ministro de Universidades, creo…” Allí dejamos a nuestros dos buenos cacereños
haciendo cábalas sobre el futuro.
Nosotros
no es que lleguemos a tanto, aunque sí pensamos que por equidad municipal
nuestro alcalde, que es al fin y al cabo el “padre espiritual” de los
concejales, ha debido atender antes a la grúa de Machuca —que bien llorada la
tiene— que a la de Fernández Lozano, porque la rabieta de Machuca nos la vemos
venir y con razón. Uno a quitar bombillas y el otro a seguir esperando para
quitar coches Y el alcalde a aguantar el “rabia, rabieta” que uno le va a hacer
al otro nada más se junten… Y es que, oiga, son como niños.
Diario HOY, 9 de octubre de 1980.
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