Yo no sé qué pensará el limón si, después de exprimido, le explicamos
para qué vamos a emplear el zumo que le sacamos por presión y en contra de su
voluntad limonera… Claro, suponiendo que los limones piensen, que yo creo que
sí.
¿Se sentirá mejor el limón deszumado, tras las explicaciones? He aquí
una pregunta que debería haberse hecho la Administración, o la Hacienda, antes
de iniciar esa campaña publicitaria (que también pagamos todos) que incluye
anuncios con unos enternecedores dibujos y que, más o menos, comienzan con la
frase: “El presupuesto de todos lo aprobamos todos…”, con lo que trata de
explicar lo inexplicable al pobre ciudadano, que escucha o lee las
explicaciones con “las mismas tripas” con que las escucharía el limón de mi
cuento si le explicáramos en qué vamos a emplear su zumo. Mejor nos sentiríamos
con que las “perras” de esas campañas y de las de otras muchas de mentalización
del mismo tipo nos las hubiera repartido entre todos, con lo que creo hubiéramos
sacado al menos para los turrones.
¿Qué Hacienda somos todos? Desde luego: unos los que aprietan y otros
los que aguantan y, otros más, los que se gastan alegremente el zumo del “limón
– limonero”, que estamos quedando sin savia.
¿Qué tenemos derecho a que nos lo expliquen?, pues mire, a mi me suena
esto al cuento del “Pundonoroso niño Juanito” al que decía su papá:
“Juanito, hijo mío, si eres bueno y obediente, como premio te llevaré
al casino, para que veas cómo me tomo el café y la copa, con otros señorones
tan importantes como tu propio padre…”
Y nada más por hoy. He tenido “zumo” gusto en saludarles.
Diario HOY, 25 de noviembre de 1980
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