martes, 6 de junio de 2017

A la lima y al limón


Yo no sé qué pensará el limón si, después de exprimido, le explicamos para qué vamos a emplear el zumo que le sacamos por presión y en contra de su voluntad limonera… Claro, suponiendo que los limones piensen, que yo creo que sí.
¿Se sentirá mejor el limón deszumado, tras las explicaciones? He aquí una pregunta que debería haberse hecho la Administración, o la Hacienda, antes de iniciar esa campaña publicitaria (que también pagamos todos) que incluye anuncios con unos enternecedores dibujos y que, más o menos, comienzan con la frase: “El presupuesto de todos lo aprobamos todos…”, con lo que trata de explicar lo inexplicable al pobre ciudadano, que escucha o lee las explicaciones con “las mismas tripas” con que las escucharía el limón de mi cuento si le explicáramos en qué vamos a emplear su zumo. Mejor nos sentiríamos con que las “perras” de esas campañas y de las de otras muchas de mentalización del mismo tipo nos las hubiera repartido entre todos, con lo que creo hubiéramos sacado al menos para los turrones.
¿Qué Hacienda somos todos? Desde luego: unos los que aprietan y otros los que aguantan y, otros más, los que se gastan alegremente el zumo del “limón – limonero”, que estamos quedando sin savia.
¿Qué tenemos derecho a que nos lo expliquen?, pues mire, a mi me suena esto al cuento del “Pundonoroso niño Juanito” al que decía su papá:
“Juanito, hijo mío, si eres bueno y obediente, como premio te llevaré al casino, para que veas cómo me tomo el café y la copa, con otros señorones tan importantes como tu propio padre…”
Y nada más por hoy. He tenido “zumo” gusto en saludarles.
Diario HOY, 25 de noviembre de 1980

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