miércoles, 7 de junio de 2017

“Ad petendam pluviam”

Dice el meteorólogo Fajardo, y ustedes podrán leer en este mismo periódico su vaticinio, que la lluvia está durilla de caer, con lo que cunde la desilusión no sólo entre los hombres del campo que la esperan para sus cosechas y ganados, sino entre los de la propia ciudad que, como en el caso de Badajoz, tiene sólo reservas en el embalse de Villar del Rey, del que bebe la población, sólo para veinte días.
Es lástima que los hombres no hayamos inventado todavía el sistema de no tener que estar mirando al cielo para ver si la lluvia cae o no cae, porque en Extremadura es tradicional y secular que esto venga ocurriendo cada dos por tres: o nos ahogamos en lluvia o no cae una gota, porque en esto también nuestra climatología es extrema.
Se cuenta un viejo cuento que es aleccionador. Resulta que allá en los cielos meteorológicos, donde viven las nubes, tormentas y demás fenómenos atmosféricos, hay un santo encargado de las lluvias —cuyo nombre siento no recordar, pero que no viene al caso—; este santo, según regresan las diversas nubes de descargar sus aguas por la geografía española, les pide el “parte de incidencias” y toma nota de donde han ido descargando sus aguas porque allí hay que ser equitativo en todo y sobre el mapa, como un meteorólogo más, va señalando los sitios “atendidos” y manda nuevas remesas de nubes a los que quedaron escasos de lluvias. Pues bien, parece ser que sucedió en más de una ocasión, que tras compulsar los partes de todas las nubes y nubecillas que pueblan los cielos, miró su estadística y preguntó:
—“¡Pero bueno!, ¿es que nadie se ha acordado de “llover” en Extremadura?”
Las nubes fueron dando sus disculpas, una decía: “Como me enviaron a Galicia, y allí todo el agua que se lleve es poca…” Otra se justificaba: “Como me tocó Barcelona, y me caía lejos, el poco agua que me quedaba la fui regando por Zaragoza, Aragón y otros puntos”. “Yo es que me tocó Murcia —decía otra— y como allí se están quejando siempre de que no llueve… no me quedó ni una gota”… y así todas las nubes fueron justificándose del olvido.
—“¿Y no os da vergüenza de no haber atendido a Extremadura?”, preguntó el santo; y ante la cara de desilusión puesta por todas las nubes, agregó: “¡Pues ahora mismo os vais todas a subsanar el olvido!”, con lo que todas, a cual más cumplidoras, se nos vinieron por aquí, produciendo las consiguientes inundaciones… ¿No nos irá a pasar ahora algo de eso?
Diario HOY, 4 de diciembre de 1980

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