jueves, 15 de junio de 2017

El “desencanto” de la princesa


Ya conocen ustedes la leyenda cacereña de la toma de la ciudad por los cristianos allá por el siglo trece. Se debió a la traición que a los suyos hizo la hija del kaid que mandaba la villa, dándole las llaves de un pasadizo a un capitán cristiano del que estaba enamorada. Pero éste, aparte de “pelar la pava” con la mora, entró con tropas y logró que desde entonces Cáceres dejara la media luna para apuntarse a la cruz. Como todos los cacereños conocen, el padre la maldijo y la convirtió en gallina de oro diciendo que así seguiría mientras la ciudad no volviera a ser mora.
Para mí tengo que, tal como van las cosas, poco nos falta para que volvamos a apuntarnos a los moros y se produzca el desencanto de la princesa agarena. Sólo hay que pulsar la “tontorronez” general que nos está invadiendo a los españoles, que regalan mezquitas que costaron ocho siglos hacer templos cristianos, en un deshacer la historia pasada como el velo de Penélope, o las pretensiones de los moros marroquíes para darnos unas simples licencias de pesca, cuyo precio nos lo ponen tan caro que sería más barato hacerles un seguro de desempleo cuantioso a los pescadores y hasta nos sobraría dinero. Entre lo que se ha dado a conocer de esas pretensiones figuran el paso por España de los cítricos marroquíes al Mercado Común; un canon de 120 dólares para los barcos pequeños y otro de 150, cada tres meses, para los mayores; que los barcos españoles lleven el 20 por 100 de tripulación marroquí; concesión de un importante crédito —cuya cifra no se ha revelado— y colaboración técnica para reestructurar el sector pesquero moro; hacer el enlace del Estrecho y hasta creo que la obligación de ponernos turbantes los españoles todos los domingos y fiestas de guardar, y proporcionarles no sé cuántos frascos del anís del mono para agregarlo al té moruno y endulzarles la vida.
No, si cuando Hassan se pone pedigüeño parece que le ha hecho la boca un fraile. Lo malo es que por un “quítame allá esa babucha” nos sigue apresando cuantos barcos le parece, y como se le ocurra pedirnos las torres almohades de nuestra muralla habrá que dárselas… Por eso digo que lo del desencanto de la princesa está próximo, porque el nuestro ya hace algunos años que ha llegado.
Diario HOY, 28 de enero de 1981

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