Resulta que el nuevo lacero municipal, por las imprevisiones que sean,
le han convertido en el sastre del Campillo, que “cosía gratis y ponía el
hilo”.
Esto es al menos lo que se deduce de las declaraciones del alcalde,
que dice que, en efecto, ya hay lacero municipal, pero que al no tener aún un
vehículo apropiado para recoger los perros, este nuevo “sabanilla” cacereño
(porque así se llamaba en Cáceres a los laceros) tiene hasta que poner su
coche. Y es que aquí nos vamos de un extremo a otro porque teorizamos
demasiado, y de aquel pensamiento de comprar un fusil adormecedor para dotar al
lacero hemos pasado a que sea el mismo lacero el que ponga todo el material
—hasta su coche— para ejercer su función. No decimos que lo haga gratis, pero
esto de poner hasta el coche es pasarse, tío.
Y conste que aquí hace mucha falta el lacero porque la proliferación
de perros callejeros es cada vez mayor. Nos recuerda esto lo que decía un viejo
cazador que tenia una jauría de ellos, el “Tío Toro”, que cuando le preguntaban
qué les daba de comer, decía: “Yo los visto y los calzo, y la comida se la
buscan ellos.” Ahora muchos cacereños deben pensar lo mismo a juzgar por la
cantidad de canes que andan hurgando las basuras en la noche cacereña.
De todos modos, al parecer, en la Permanente se encargó al concejal
señor Sarró —gran entendido en la materia— que buscara la adquisición de un
vehículo apropiado —aunque fuera de segunda mano— para que el lacero no tenga
que llevar, como casi hace ahora, los perros en brazos o en su propio coche.
El perro, como se sabe, es animal que muchas veces es más inteligente
que su propio amo, con que imagínense lo inteligentes que son los perros
callejeros que no tienen amo a quien supeditarse. Nos dicen que ya hasta
conocen el vehículo del lacero, y que le llaman “El coche de los ‘paseos’
perrunos” y entre “guaus” se han ido comunicando la mala nueva y hasta están
tramando una conspiración para pincharle las cuatro ruedas al del lacero… Y si
esto sucede, ¿quién se las va a pagar al lacero?
En fin, que como el amigo Sarró no se dé prisas en proporcionarle
vehículo al lacero, y a ser posible con ruedas macizas, no sabemos qué podrá
suceder en este perro mundo de los canes.
Diario HOY, 23 de octubre de 1980
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