viernes, 2 de junio de 2017

El lacero, como el sastre del Campillo

Resulta que el nuevo lacero municipal, por las imprevisiones que sean, le han convertido en el sastre del Campillo, que “cosía gratis y ponía el hilo”.
Esto es al menos lo que se deduce de las declaraciones del alcalde, que dice que, en efecto, ya hay lacero municipal, pero que al no tener aún un vehículo apropiado para recoger los perros, este nuevo “sabanilla” cacereño (porque así se llamaba en Cáceres a los laceros) tiene hasta que poner su coche. Y es que aquí nos vamos de un extremo a otro porque teorizamos demasiado, y de aquel pensamiento de comprar un fusil adormecedor para dotar al lacero hemos pasado a que sea el mismo lacero el que ponga todo el material —hasta su coche— para ejercer su función. No decimos que lo haga gratis, pero esto de poner hasta el coche es pasarse, tío.
Y conste que aquí hace mucha falta el lacero porque la proliferación de perros callejeros es cada vez mayor. Nos recuerda esto lo que decía un viejo cazador que tenia una jauría de ellos, el “Tío Toro”, que cuando le preguntaban qué les daba de comer, decía: “Yo los visto y los calzo, y la comida se la buscan ellos.” Ahora muchos cacereños deben pensar lo mismo a juzgar por la cantidad de canes que andan hurgando las basuras en la noche cacereña.
De todos modos, al parecer, en la Permanente se encargó al concejal señor Sarró —gran entendido en la materia— que buscara la adquisición de un vehículo apropiado —aunque fuera de segunda mano— para que el lacero no tenga que llevar, como casi hace ahora, los perros en brazos o en su propio coche.
El perro, como se sabe, es animal que muchas veces es más inteligente que su propio amo, con que imagínense lo inteligentes que son los perros callejeros que no tienen amo a quien supeditarse. Nos dicen que ya hasta conocen el vehículo del lacero, y que le llaman “El coche de los ‘paseos’ perrunos” y entre “guaus” se han ido comunicando la mala nueva y hasta están tramando una conspiración para pincharle las cuatro ruedas al del lacero… Y si esto sucede, ¿quién se las va a pagar al lacero?
En fin, que como el amigo Sarró no se dé prisas en proporcionarle vehículo al lacero, y a ser posible con ruedas macizas, no sabemos qué podrá suceder en este perro mundo de los canes.
Diario HOY, 23 de octubre de 1980

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