martes, 6 de junio de 2017

“Estoy a correos…”


El ministro de la Función Pública, don Sebastián Martín Retortillo, salmantino él, la ha armado buena con decir que “la Administración española es lenta, ineficaz, irresponsable, inhumana, cínica, arrogante e indisciplinada”, en un informe que ha presentado al Consejo de ministros, y en el que agrega que “la reedificación de la Administración resulta más rentable para el Gobierno que la elaboración de muchas leyes”.  La ha armado buena porque el decir verdades en este país —que se llama España, por mucho que se empeñen algunos en silenciar el nombre— equivale a enfrentase con todo el mundo y acabar teniéndose que marchar a casa. No le deseamos esto a don Sebastián, pero ya veremos en qué queda todo. Si el diálogo de don Sebastián hubiera sido con don Hilarión, como en “La verbena dela Paloma”, todo hubiera quedado en nada, pero el que haya sido en el Consejo de ministros puede tener su trascendencia. Habría que cantar, tal vez, como en “La verbena”, y aunque del informe se salve alguno, aquello de “Tiene razón don Sebastián, tiene muchísima razón…”
Refiriéndose a los empleados, y no a los funcionarios, habría que decir que también con éstos se cuecen habas así de gordas. Por no ir más allá, recordamos que aquí en Cáceres, hace ya muchos años, se publicaba un periodiquito que recogía todos los aspectos locales. Prácticamente el periódico lo hacía una sola persona, a la que una vez le invitaron unos amigos a una cacería de perdices, a lo que el bueno del director era muy aficionado; lo malo era que había que estar un día fuera y, como era Semana Santa, tenía que salir una procesión de determinada Cofradía, cuya reseña del acto había que hacer, por lo tradicional. El periodista de nuestro cuento se “lió la manta a la cabeza” y mire por dónde ideó dejar la reseña hecho, puesto que de unos años a otros no variaba, encargando al cajista de turno que lo compusiera llegado el caso. Así se hizo y así salió, pero como a causa de la lluvia la procesión se había suspendido, aquello fue un campanillazo y un escándalo en el ambiente local.
Ahora, con las salidas a tomar café de los funcionarios y con otras de los empleados particulares, tampoco anda muy bien la cosa. Como ejemplo les diremos —sin citar nombres, claro— que en la puerta de un determinado establecimiento particular dedicado a mecanismos lleva colgado tres días un cartel que dice: “Estoy a Correos”, sin que el empleado que debiera atender aquello porte por allí, con la lógica desesperación de la clientela, que se pregunta: “¿Será que le han secuestrado?”
Si eso de la atención al público se ha olvidado, aún en las empresas particulares, cuánto más en las oficiales, donde el público es el que, de tradición, ha de tragar, sin tener siquiera derecho a la protesta… Así nos luce el pelo, aun a los que estamos calvos.
Diario HOY, 26 de noviembre de 1980

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