Aunque sólo sea porque don Fernando Lázaro Carreter, miembro de la
Real Academia Española es, además, jurado del “Premio Cáceres de Novela Corta”,
nos tenemos que hacer eco del artículo que con el título “Leyes en defensa del
idioma” ha publicado en el “Ya” del pasado domingo. Viene a decir don Fernando
que el “Gobierno colombiano acaba de dictar un decreto de protección del
español”, y tras hacer una exposición magistral —como todas las suyas—, deja
entrever que por aquí somos bastantes más tímidos en la defensa de ese idioma
nuestro. Refiriéndose al reciente Congreso de Academias de Lima, entre cuyos
propósitos figuraba el de un homenaje a la memoria de don Andrés Bello en su
centenario, persona que dijo: “Juzgo importante la conservación de la lengua de
nuestros padres en su posible pureza, como un medio providencial de
comunicación y un vehículo de fraternidad entre las varias naciones de origen
español derramadas sobre los dos continentes”, termina mostrando su deseo de
que las naciones castellanohablantes suscriban un acuerdo internacional de
defensa de la lengua española, con vigencia legal en todas ellas.
Viene esto a cuento de las muchas reticencias que hay actualmente en
nuestro país, entre muchos “pequeños – idiomas – que – tenemos – para – andar –
por – casa” y el único verdaderamente universal o internacional que poseemos:
el español, que no puede admitir la comparación con ninguna otra lengua del
país, porque por muy entrañables que sean no han tenido mayor difusión que la
familiar o regional que ahora tienen.
A cuenta de esto recordamos la conversación que con una señora
catalana mantuvimos no hace mucho: “Como por los negocios de mis padres
teníamos que viajar mucho, aunque en casa utilizamos el catalán, él tuvo buen
cuidado de que habláramos perfectamente el español, porque era la única forma
de entenderse con el resto del mundo.” Ahí queda esa sencilla lección que, con
el sentido práctico de todos los catalanes, nos daba la aludida señora. Si
traducimos esto al vascuence, nos daremos cuenta que es otro “idioma para andar
por casa”, y no por toda ella, por lo que son explicables las reticencias que aún
en nuestra Constitución hay sobre el idioma común que, además, no es ya el
nuestro, sino de una comunidad de más de 300 millones con la que, quiérase o
no, hay que contar ahora. Ni a los paraguayos, que en un 90 por 100 hablan
también el guaraní, se les ha ocurrido hacer un agravio comparativo con el
español que es el idioma nacional oficial que defienden a capa y espada, por lo
que es absurdo que en España nos pasemos también en esto.
Diario HOY, 20 de noviembre de 1980
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