jueves, 8 de junio de 2017

La era de las máquinas cerebrales

Dice mi amigo Demetrio, que de esto entiende lo suyo, que estamos a las puertas de una nueva revolución mundial. Primero fue la revolución industrial, más tarde la revolución que implica la sustitución del hombre trabajador por la máquina, a la que aún estamos asistiendo, que va desde la sustitución del trabajo, no sólo del hombre sino de los animales, como, por ejemplo, el tractor por los bueyes, hasta el robot que puede hacer las cosas mejor que uno, o las máquinas herramientas que han ido sustituyendo al obrero por instrumentos que lo hacen todo y más perfectamente aunque por lógica han creado un paro tremendo; pero la revolución en cuyos comienzos estamos es la que se refiere a máquinas que sustituyen con ventajas al propio cerebro del hombre, cuyo inicio pudiera ser la calculadora, que suma, resta, multiplica o hace las más variadas operaciones con más precisión que cualquier persona; el jugador electrónico de ajedrez, que piensa más rápidamente y mejor la jugada que el propio Ángel Marchena, o el “contable electrónico”, una maquinita que, sólo cobrando lo que gasta en pilas y su precio de adquisición, te lleva los libros de cualquier negocio mejor que el más caro y sofisticado contable. Pero una de las máquinas más llamativas en este sentido, que ya están haciendo los japoneses, es el traductor simultáneo electrónico, una máquina que llevas en el bolsillo cuando viajas a un país cuyo idioma no conoces y para entenderte tú le dices a la máquina en español lo que deseas y el altavoz de la máquina lo dice en el idioma correcto del país que visitas.
Por ejemplo, usted está en Inglaterra y quiere tomar el te; pues bien, le dice a la máquina en español, “quiero una taza de té”, y la máquina, en el más correcto inglés de Oxford repite: “I want drink a cup of tea.” Quien dice en inglés, dice en chino, ruso o lapón. Y además con la ventaja de que si usted en la conversación que da a la máquina suelta un taco o alguna palabra gorda, la máquina sustituye la palabra esa por el sonido de una campanita, lo que tiene sus ventajas, aunque yo se de alguno que hablando conseguiría sólo la  traducción de repiqueteos campaniles que parecería que estaba tocando a rebato. Pero, aparte de esto, la máquina solo ventajas tiene. Y estamos en los comienzos de esta era en la que parece que los japoneses se van a llevar el “gato al agua”, porque hasta en lo de las placas solares, en lo que aquí estamos en inicios, ellos las fabrican para todo y a unos precios tirados cuando aquí a lo más que hemos llegado con el sol es a utilizarlo como propaganda turística… Y que es lo que nos pasa a nosotros, que no asistimos a ninguna de estas revoluciones modernas, pues no tenemos dotes de investigadores porque nos dedicamos a otros “deportes”, y a lo más que hemos llegado en la industria es a crear el “biscuter”… y ya me dirán ustedes qué pasó con esa patente. En fin, que seguiremos con el gazpacho y con la tortilla de patatas, que en esto hasta ahora no hay quien nos iguales, aunque he oído decir —pero no puedo asegurarlo— que los japoneses ya las están haciendo y exportando, al igual que el gazpacho, que lo envasan en una especie de latas de cervezas y están invadiendo con él el mundo.
No sería mejor comprar maquinitas de esas que van a sustituir los cerebros y ponernos una bajo la boina a cada españolito… No sé, pero yo ya he encargado una boina con bolsillo interior para el artefacto.
Diario HOY, 10 de diciembre de 1980

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