jueves, 8 de junio de 2017

La Navidad y la sociedad de consumo


No hace mucho, un educador decía refiriéndose a las vivencias que estimulan la imaginación del niño, que eran nocivos para la creatividad de los pequeños el darles juguetes acabadísimos, verdaderas obras de ingeniería, porque aparte de la novedad que puedan tener para los pequeños el verlos un momento, queda marginada su imaginación puesto que el juguete debe ser un estímulo de ésta y no sólo un asombro de ella.
Según él, hay que volver a los viejos juguetes, inacabados o que susciten y estimulen la creación; por ejemplo, las antiguas “arquitecturas”, en las que el niño a base de las piezas que contenía la caja, tenía que realizar con ellas: casas, palacios, barcos, etc.. En el mismo orden estarían aquellas “casitas recortables” de cortar y pegar, que estimulaban las manualidades y que también se han desterrado. En este orden de cosas, sería más “rentable” para ese estímulo, la muñeca de trapo que se hacían las niñas, que esas muñecas perfectas que anuncia la “tele”, que andan, comen, descomen, lloran, cantan, etc… ¿Qué se deja a la imaginación del niño o la niña?... Nada.
Es más, creemos que el propio maquetismo, que ahora está tan en moda entre los mayores, sigue una línea más lógica que el juguete perfecto y acabado porque el que realiza la maqueta, mayor o pequeño, pone algo de su parte y estimula sus manos y su mente en ello.
Para entendernos; que es mejor un simple caballo de cartón, o las viejas “peponas”, que los juguetes perfectos cuyo mecanismo, con solo darle a la pila, lo hacen todo.
En este mismo orden de cosas podría estar el ya casi perdido “belenismo”, la realización del “nacimiento familiar”, en el que había que construirse  desde las “figuritas”, hasta las praderas de musgos, que había que salir a buscar al campo. Hoy día, todo esto que estimulaba la convivencia familiar, y la imaginación de los pequeños y mayores para quedar todo a punto —con mejor o peor fortuna, que esto es lo de menos— ha quedado desterrado por el simple “misterio” que se compra, o el árbol de navidad que se pone No sabemos qué ha sido de aquellos concursos de belenes, o de aquellas asociaciones de belenistas que aquí hubo, lo que sí decimos es que a esto, como a tantas otras cosas positivas, se los ha venido cargando la sociedad de consumo en la que estamos inmersos y que es una lástima.
Diario HOY, 7 de diciembre de 1980

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