La de hoy, última noche del año que fenece es la noche maga de San Silvestre,
el santo del que podríamos decir que lleva el “farolillo rojo” de todo el
santoral, y que no debemos confundir con otros San Silvestres, ya que en
nuestra Iglesia hubo varios. El que se celebra hoy es San Silvestre I,
Pontífice romano, que reinó entre el 314 y el 337, combatió la herejía arriana,
fue sucesor de San Melquiades y antecesor de San Marcos.
Hay otros varios San Silvestres, un monje basilio, cuya fiesta es el 9
de febrero, y un obispo de Besanzón, cuya fiesta es el 10 de mayo. Sin contar,
claro es, dos antipapas: Silvestre III, que fue depuesto por el concilio de
Sutri y Silvestre IV, cuyo nombre real era Maginulfo.
No sabemos si aquel santo Papa, que hoy se celebra, tiene algo que ver
con las tradiciones magas de aparición de trasgos, fantasmas y seres mágicos
que se reservan para esta noche; más bien creemos todo lo contrario, pero la
coincidencia de poner su fiesta en el fin de año le han hecho compartir muchas
de estas tradiciones paganas: las de las doce uvas, la del beso, formulando un
deseo, bajo la rama del muérdago, y otras de tipo local que es a la que vamos a
referirnos.
Aunque el festejo se haga en otras fechas, es tradición que en esta
noche, aquí en Cáceres, y por la “Calleja de la Mansalvorá” —que es la que
cerca del Colegio de San Francisco lleva a Fuente Fría— se aparece al filo de
las doce la hija del kaid moro que fue el último que reinó en Cáceres, y que
por los amores con un caballero cristiano acabó vendiendo a su padre, señalándole
a su enamorado y a los cristianos que sitiaban Cáceres en 1227, una galería por
la que entraron a tomarlo. El padre maldijo a ella y a sus sirvientas y las
convirtió en gallina y polluelas de oro, que en tal noche se aparecen dando
“píos” lastimeros en mencionada calleja… y que harían la fortuna de quien
lograra apresarlas. Desde luego, el mencionado kaid, cuyo nombre se desconoce,
debería tener mucho de mago, ya que las condenó a continuar así hasta que Cáceres
fuera tomado de nuevo por la Media Luna… Ya ha llovido desde entonces y no se
ha cumplido el deseo del moro, pero lo que sí decimos es que más de un conocido
nuestro, tras de recibir el año, bien regado con champaña u otras bebidas, se
va a mencionada calleja, unos dicen que a enfriar lo bebido, y otros que a
buscar este gallinero surifero… que hasta algunos nos ha confesado ver. ¡Lo que
es el vino y las ilusiones!
Diario HOY, 31 de diciembre de 1980
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