Ha vuelto “la pertinaz”. La pertinaz, así a secas, era como se llamaba
en los años cuarenta a la sequía que se enseñoreó de aquellos azarosos años, en
los que se juntaron el hambre, con muchísimas muertes por inanición en el
propio Cáceres donde la gente, mucha gente, llegó a morirse de hambre por las
calles, el cerco diplomático, abandonando todas las embajadas nuestro país y
otra serie de desgracias de las que a trancas y barranas logró salirse. “La
pertinaz” fue el nombre que le dieron a la sequía porque cada político de
entonces, al referirse a ella, la nombraba: “Pertinaz sequía” y acabó
quedándose con el primer nombre, sin que hiciera falta agregar el segundo para
que todos supiéramos a qué se hacía referencia.
Lo que sí es cierto es que a aquel cúmulo de desgracias se enfrentaron
los españoles de entonces con un talante más jovial que los de ahora, aunque
muchos por unas cosas u otras acabaran no contándolo. Recuerdo que de “La pertinaz”
se hacían bromas; llegó a decirse que se había creado hasta un cargo nuevo en
los estancos para la venta de sellos, que era el de permanecer con la lengua
fuera un montón de horas, para que los clientes le pasaran al hombre-tampón el
sello por la lengua y poder pegarlo a la carta, porque si no, tanta era la sequía
que se llegaron a pegar los sellos a las cartas con cuatro alfileres. En fin,
por aquello de a mal tiempo buena cara, los españoles encajaron el golpe al
menos con humor, que es lo que comienza a faltarnos ahora.
Lo que se ensayó entonces, y no sé por qué no se ha puesto en práctica
ahora, es unos instrumentos repartidos por toda la geografía española para
producir artificialmente lluvia. Al parecer tenía que haber alguna nube, pero
estos “cacharros” bombardeaban a dicha nube con algún producto químico provocando
—al menos en teoría— la ansiada lluvia… Si aquello dio algún resultado, aunque
fuera nimio, yo no sé por qué no se han vuelto a poner en marcha estos instrumentos.
Pero doctores tiene la Iglesia y ellos serán los que digan si hemos de
conformarnos con “La pertinaz” o buscar alguna salida científica, como entonces
se intentó, ya que es de suponer que la ciencia ha avanzado algo en estos años.
Por lo demás, si los años terminados en cero, como fue aquel cuarenta y puede
ser este ochenta, sólo desgracias traen, habrá que recurrir al “ajo y agua”.
Ustedes ya me entienden: “Aguantarse”, que parece ser lo único que se ha
inventado; pero, oiga, sin perder el humor, porque “los duelos con humor son
menos”.
Diario HOY, 17 de diciembre de 1980
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