Con la “pelotada” de millones que van a ingresar en Cáceres a cuenta
del cano , y a partir del año 1981, que son —mal contados— unos 2.800, no sabemos
qué va a hacer la Diputación Provincial… ¡Porque hay que ver la serie de cosas
que se pueden hacer con esa “quiniela” provincial, que queda tamañita a la que
el lucense Ángel Legaspi acaba de embolsarse!
Nosotros nos imaginamos a don Jaime Velázquez como a la “Ratita
Presumida” del cuento de nuestra infancia. Esa que, cuando estaba barriendo su
casita, “tran, larán, larita”, se “encontró un ochavito moro” (o un centimito,
ya que en esto hay dos versiones) y comenzó a decir: “¿En qué lo gastaré, en
qué lo gastaré?” Y tras de ir pensando en si compraría un mandil, una escoba
nueva, un televisor en color, una nueva sala para exposiciones ratoniles, unas
películas de Tom y Jerry, etc., etc., se decidió a comprarse un lacito rosa
para el rabo… Y dice mi cuento que quedó tan bonita, que todo el que pasaba
ante la casita tenía que ver con ella y la Ratita, que era una erótica
consumada, a los peticionarios de matrimonio les preguntaba: “¿Y cómo harás por
la noches?”, y el burro le indicó que roznaría, el perro que ladraría, y sólo
un ratoncito espabilado le dijo que dormiría y callaría… (Aunque parece ser
que, al oído, le habló de otras proposiciones de las que solemos decir los
periodistas que “son a puerta cerrada”, pero que no constan en el cuento por el
asunto de la censura, ya que como ustedes pueden deducir, uno peina canas y
nació en la época franquista y esto de la censura —sobre todo en los cuentos
infantiles, aunque menos en los otros— funcionaba con toda dureza.) y fue el
que en definitiva se llevó a la Ratita al tálamo nupcial, con ceremonia
religiosa y fotógrafos incluidos.
¡¡Líbrenos Dios de decir que don Jaime se vaya a comprar un lazo ni
que intente casarse, como la Ratita!! Hay que entender las cosas, y lo que
queremos decir es que la Ratita Presumida tenía su programación con vistas al
matrimonio y que la Diputación —con don Jaime a su cabeza— debe tener la suya,
o comenzar a pensar en ella, para cuando la pelotada de millones llegue a nuestras
arcas provinciales saber en qué gastar el ochavito moro… Todos menos la
improvisación que, como en el caso de la Ratita, se nos podría quedar en un
lazo para el rabo.
Diario HOY, 29 de octubre de 1980
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