lunes, 12 de junio de 2017

Preferimos el “ciento volando”


Ahora que los profesores de la Universidad, o sus alumnos, han comenzado a hacer sus tesis o tesinas sobre el pasado inmediato de Cáceres, nos enteramos —de una forma científica, claro— de que las minas de fosfatos de Aldea Moret y el establecimiento en ellas de una compañía que las explotaba dio un gran impulso a Cáceres, y que si Cáceres es lo que es hoy día se lo debe a aquella compañía y al presidente de la misma, don Segismundo Moret y Prendergast, al que se le agradeció ya entonces poniendo a su nombre la calle que llevaba el nombre de calle de las Cortes, que es lo que conocemos hoy día por calle Moret. Aldea Moret, con su explotación de minas de fosfatos y derivados, fue la primera gran industria que hubo en Cáceres, que proporcionó, además, muchos puestos de trajo a los cacereños durante más de un siglo. Cuando aquí se creaba un polígono industrial para abrir apetencias a las empresas que quisieran venir, paradójicamente se marchaba de nuestra ciudad la compañía, y se fue sin pena ni gloria, porque las minas no se explotaban y, al parecer, los beneficios que había pedido para alguna otra explotación en sus instalaciones (que se daban a manos llenas en el polígono) aquí se le negaron. Sucedía esto no hace mucho, cuando aún era gobernador de Cáceres nuestro paisano Valentín Gutiérrez Durán. Yo por mi parte pienso que en aquella ocasión olvidamos lo de “vale más pájaro en mano que ciento volando”, y por los “ciento volando” (que luego no se posaron, o se posaron en menor cuantía) abrimos la mano al único “pájaro” (léase industria) que llevaba ya entre nosotros casi un siglo de rodaje y sufragando el pan a muchas familias cacereñas. Y es que aquí lo hemos ensayado todo y, por ser nuestro, lo hemos abandonado sin darle importancia ninguna. Pensaba yo todas estas cosas viendo esa “meca” del juguete que es Ibi (Alicante), donde —según me dijeron— el más del centenar de fábricas de juguetería que hoy tiene surgió por la inquietud de unos hojalateros. Pensaba yo —repito— qué hubiera pasado si esa misma mentalidad la hubiéramos tenido aquí, en aquella industria de muñequería y caballos de cartón que estuvo en la Plaza de San José u otras muchas de juguetes de madera que aquí hubo, y que por no tener canales comerciales tuvieron que cerrar No porque hicieran malos juguetes (que esto es importante saberlo). Esta es una lección, una recordación si quieres, en la que debemos meditar los cacereños, al filo de estas fiestas de los Reyes Magos.
Diario HOY, 7 de enero de 1981

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