Aparte del chiste ingenuo que tal día como hoy suele contarse y
repetirse a los pequeños. Chiste tradicional y siempre renovado, eso de que:
“ha llegado a la ciudad un hombre con más ojos que días tiene el año”, por
aquello de producirles el asombro y luego decirles que al año sólo le queda un
día, y si el hombre no es tuerto, tiene al menos dos ojos, poco más se ha
renovado en este mundillo infantil de las vacaciones, y prueba de ello es la
queja de los propios pequeños del “rollo” que viene soltando la “tele” en estos
programas de retazos que para estas fechas vacacionales les ha preparado la
pequeña pantalla. Aun estimando que a los niños, según dicen los pedagogos, les
gusta oír una y otra vez el mismo cuento, tenemos que decir que los
programadores de televisión no han tenido mucha fortuna en esta vacaciones
escolares, y sobre todo han tenido hasta ahora muy poca originalidad en los
programas infantiles.
¿Qué pasa con nuestra “tele?... Por nuestra parte creemos que pasa,
que como no hay otra, seguirá siendo siempre, como ha dicho algún humorista,
“la mejor televisión de España”. Precisamente ahí es donde estimamos que radica
el mal, en el monopolio por parte del Estado de la pequeña pantalla. Los
monopolios suelen matar el estímulo y los medios como la televisión corren el
peligro de adocenarse con ellos, No sabemos qué sucede exactamente en otros países
de Europa, pero sí que en cualquier país americano hay un montón de emisoras de
televisión, aparte de los canales estatales, que ofrecen programas muy diversos
y por ello estímulos a los televidentes a ver este o el otro canal. México
tiene 13 canales de televisión; Norteamérica le supera y hasta tiene algunos en
castellano…, y así podríamos citar un montón de países más, donde el televidente
tiene donde elegir y no tragarse siempre el mismo “rollo”.
Sabemos de entidades y particulares que de tiempo tienen solicitados
canales de televisión, pero ese aspecto aquí esta “congelado” y no hay forma de
que esos permisos sigan adelante. Estimamos que, con el monopolio televisivo,
el Estado, la Administración, o quien sea, recoge en publicidad muchísimos
millones de pesetas que deberían obligar a este medio a comportarse mejor con sus
seguidores. No sé si la entrada en el Mercado Común —que cada día está más
lejana— obliga también a desmontar este monopolio, pero debería irse pensando
en ello para desterrar la pereza mental de los programadores o de los
responsables, que al modo de ver de alguno tienen menos agilidad mental que un
topo paralítico. A ver si con el nuevo año podemos decir: “Año nuevo, “tele”
nueva”.
Diario HOY, 30 de diciembre de 1980
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