Tengo que confesarlo, aunque sólo sea para desahogar: he tenido unos
grandes deseos de secuestrar a nuestro alcalde. Y oiga, no es que yo fuera a
pedir dinero a cambio, puesto que no sé qué me podrían dar por el bueno de
Manuel Domínguez —que por otra parte es amigo mío—, No, no se trata de eso. La
idea me surgió cuando del grifo de mi casa salía un agua color chocolate que
nos teníamos que beber mientras él seguía insistiendo en que no había peligro
en ello, haciendo un poco el “Capitán Araña”, porque las malas lenguas decían
que él bebía sólo agua mineral. Conste que yo no entro en eso de los nitritos,
que no hilo tan fino, sino en el aspecto de coca - cola que tenía lo que salía
del grifo y que, para beberlo, había que taparse no sólo la nariz, sino los
ojos.
Tengo que confesar que la primera idea que me surgió fue la de llenar
con esa agua unos cascos vacíos de coca - cola de litro que tengo por casa, y
regalárselos —como si de cola se tratara— a nuestro alcalde. Pero deseché la
idea porque pensé que el alcalde tiene niños y los que iban a pagar el pato iban
a ser esas inocentes criaturas que se beberían el contenido sin que el propio
padre se enterara. Entonces fue cuando me surgió la idea del secuestro.
Secuestro que orientaría a tenerle tres días en mi casa obligándole a beber de
mi grifo y soltarle luego para que hiciera las declaraciones que quisiera y, si
a mano venía, pedirle hasta mil disculpas si sobrevivía a la prueba. Porque, oiga,
yo tengo para mi que muchos de los “cubalibres” que nos hemos bebido en
nuestros recorridos del “Cáceres la nuit” de la zona de La Madrila y otras
tenían sólo agua del grifo —que suplía perfectamente a la cola— y algunas gotas
de ginebra de garrafón. Si no díganme
por qué tenía uno tan mal cuerpo y tanta resaca al día siguiente.
Ya parece que ha pasado lo más gordo, pero del grifo de mi casa sigue
saliendo un líquido oscuro que si no parece coca - cola tiene un enorme
parecido con la cerveza, sin espuma, y un sabor un tanto raro. Mi buen amigo
Fernando Figueroa me ha enseñado un trozo de cañería en forma de saxofón que ha
arrancado de La Madrila y me ha dicho que es que allí se ha acumulado barro y
que ese barro es el que sale por el grifo… Yo no sé a qué carta quedarme,
porque el grifo sigue dando agua turbia, Otros dicen que no, que la suya sale
perfecta y esto me ha hecho desistir de la idea del secuestro, que puede lleve
a cabo si este asunto no acaba de arreglarse.
Diario HOY, 31 de octubre de 1980
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