El “week end”, como dicen los ingleses y los cursis, o el fin de
semana, como decimos los que no sabemos inglés, ha sido pródigo en Cáceres en
lo que a las prendas de vestir y de calzar se refiere, La prensa lo ha dicho:
“El vicepresidente de la Comunidad Económica Europea vino a ponerse las botas
en Cáceres”. En su viaje de incógnito a nuestra ciudad compró unas en un establecimiento
de la calle Pintores, que estamos seguros se apresurará a poner un cartel en
sus escaparates que, más o menos diga: “Proveedor de la CEE”. Por otra parte, y
ya de una forma figurada, Pedro Cañada se quedó “compuesto y sin partido”. Pero
donde la cosa va a tener una mayor trascendencia en lo referido a ropa es en el
viaje que, casi de incógnito, ha hecho nuestro alcalde don Manuel Domínguez
—este fin de semana precisamente— a Irlanda, para ajustar el hermanamiento con
una ciudad de aquel católico país y Cáceres. Nos han dicho, y de muy buen a
tinta, que nuestro alcalde se va a traer una falda (masculina) y una gaita de
aquella entrañable nación. “Pero, oiga, dirán ustedes, que los de las faldas
son los escoceses y no los irlandeses”. Pues no, amigos nuestros, también usan falda
los irlandeses porque uno, siendo aún niño, vio desfilar por Cáceres a una
banda irlandesa, que acompañaba a un cuerpo de voluntarios legionarios de
aquella nacionalidad, y llevaban sus faldas y sus gaitas, como las llevan los
escoceses y como las llevaban de antiguo los griegos, aunque ahora las
escocesas, las irlandesas y hasta las griegas, usen pantalones, mientras
escoceses, irlandeses y griegos sigan con las faldas para las grandes
ocasiones.
No sabemos si don Manuel se pondrá después la falda y tocará la gaita
para recibir a los posibles hermanos —o “jumelados”— irlandeses; lo que sí
decimos es que en Cáceres hay todavía un amplio recuerdo de aquellos irlandeses
que estuvieron aquí en nuestra guerra
civil, quedándose muchos de ellos enterrados en nuestro cementerio donde alguna
organización de excombatientes de aquel país ha venido a rendirles homenaje.
Todavía en la iglesia de Santo Domingo hay una lápida trilingüe que reseña su
paso por nuestra ciudad. En fin, que, quizás más que con Francia, hay motivos
antiguos para un “jumelaje”, aunque no queramos hacer de menos a los galos, ni
a ninguno otro de los que nos llaman hermanos.
Diario HOY, 18 de noviembre de 1980
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