lunes, 12 de junio de 2017

Una sociedad “pasota” que se encoge de hombros


Desde luego, el vaticinio sobre la lluvia, al decir de los meteorólogos queda muy lejano. No sabemos si la meteorología nos ha puesto cerco, porque al lado de la sequedad que se viene padeciendo en nuestra península, resulta que hay hasta inundaciones y lluvias torrenciales en el resto de Europa. Alguno ha llegado a preguntarse: “¿Y no será que nos quieren hacer la cusqui los del Mercado Común?” Pero yo no pienso que en dicha institución tengan también potestad sobre las nubes, porque hasta ahí podríamos llegar. Aparte de eso, y ya hablando en serio del asunto, a mi lo que me preocupa es el “encogimiento de hombros” general que hay alrededor de esta sequía, y estoy por decir que de casi todo. Nos hemos hecho pasotas, y parece que nos tiene sin cuidado lo que pueda suceder. Pero lo malo es que el síntoma es a todas las escalas.
Uno recuerda cuando la sequía de los años cuarenta a los cincuenta que la preocupación era general, que los que tenían fe en algo, lo ponían en práctica; unos eran partidarios de sacar los santos en rogativas, aunque se dieran casos como aquel del mayordomo de una cofradía que cuando fueron los agricultores a sacar el santo, les decía, muy lleno de razón: “Si queréis lo sacamos, pero el tiempo no está muy lloveor”. Otros buscaban una serie de redes de instrumentos alemanes, que al parecer provocaban la lluvia… En fin, se hacía algo, Ahora lo más que hacemos todos, aun los propios agricultores y ganaderos —que son los que más la padecen—, es encogernos de hombros, y eso que muchas de nuestras ciudades no saben ni de dónde van a beber sus vecinos.
La verdad es que el campo está tan abandonado, que aun a pesar de las campañas que se llevaron a efecto para subvencionar las “charcas” o “laguettis”, de tierra compactada, son todavía pocas las explotaciones ganaderas que recurrieron a esta solución de emergencia, bien por comodidad o por la dejadez que es denominador común en nuestra gente de campo, que ahora, en muchos casos, están pagando a precio de oro el agua que beben sus ganados… Y también en esto: ¿No podría haberse montado un servicio oficial para allegar gratuitamente agua a los ganados que la necesiten?... En fin, que nos importa un comino del prójimo, y nos estamos convirtiendo en una sociedad pasota, que nos importa que el mundo se desmorone a nuestro alrededor. Un mal síntoma, porque los cascotes nos caerán encima.
Diario HOY, 8 de enero de 1981

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