Desde luego, el vaticinio sobre la lluvia, al decir de los
meteorólogos queda muy lejano. No sabemos si la meteorología nos ha puesto
cerco, porque al lado de la sequedad que se viene padeciendo en nuestra
península, resulta que hay hasta inundaciones y lluvias torrenciales en el
resto de Europa. Alguno ha llegado a preguntarse: “¿Y no será que nos quieren
hacer la cusqui los del Mercado Común?” Pero yo no pienso que en dicha institución
tengan también potestad sobre las nubes, porque hasta ahí podríamos llegar.
Aparte de eso, y ya hablando en serio del asunto, a mi lo que me preocupa es el
“encogimiento de hombros” general que hay alrededor de esta sequía, y estoy por
decir que de casi todo. Nos hemos hecho pasotas, y parece que nos tiene sin
cuidado lo que pueda suceder. Pero lo malo es que el síntoma es a todas las
escalas.
Uno recuerda cuando la sequía de los años cuarenta a los cincuenta que
la preocupación era general, que los que tenían fe en algo, lo ponían en
práctica; unos eran partidarios de sacar los santos en rogativas, aunque se
dieran casos como aquel del mayordomo de una cofradía que cuando fueron los
agricultores a sacar el santo, les decía, muy lleno de razón: “Si queréis lo
sacamos, pero el tiempo no está muy lloveor”. Otros buscaban una serie de redes
de instrumentos alemanes, que al parecer provocaban la lluvia… En fin, se hacía
algo, Ahora lo más que hacemos todos, aun los propios agricultores y ganaderos
—que son los que más la padecen—, es encogernos de hombros, y eso que muchas de
nuestras ciudades no saben ni de dónde van a beber sus vecinos.
La verdad es que el campo está tan abandonado, que aun a pesar de las
campañas que se llevaron a efecto para subvencionar las “charcas” o
“laguettis”, de tierra compactada, son todavía pocas las explotaciones
ganaderas que recurrieron a esta solución de emergencia, bien por comodidad o
por la dejadez que es denominador común en nuestra gente de campo, que ahora,
en muchos casos, están pagando a precio de oro el agua que beben sus ganados… Y
también en esto: ¿No podría haberse montado un servicio oficial para allegar
gratuitamente agua a los ganados que la necesiten?... En fin, que nos importa
un comino del prójimo, y nos estamos convirtiendo en una sociedad pasota, que
nos importa que el mundo se desmorone a nuestro alrededor. Un mal síntoma,
porque los cascotes nos caerán encima.
Diario HOY, 8 de enero de 1981
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