Al fin parece que se atisba un poco de sensatez por parte de los
enseñantes, que ya han anunciado su entrada a clase. A pesar de todo, nos
preocupa el que en la actualidad, cuando se organizan huelgas, no se tenga sumo
cuidado en hacer la reclamación de lo que cada cual crea le corresponda en
justicia sin perjudicar a nadie y menos a un tercero que en realidad es un
sujeto paciente que va a recoger los trastos rotos, sin sacar ningún beneficio
del pronunciamiento.
Cuando se han hecho otro tipo de huelgas, por ejemplo las de médicos,
se suele dejar un retén o un compromiso de atender lo que pudiéramos llamar
casos de urgencia, por lo que pensamos que en el caso de los enseñantes, no
sabemos de qué modo, pero debió pensarse en el daño irreparable que se
ocasionaba a la formación de los niños, y organizar la protesta de modo que
este perjuicio no se hubiera llevado a efecto. No se nos alcanza cómo podría
haberse montado esa atención a las urgencias, porque estimamos que aprender es
urgente para todos los pequeños, máxime en la edad en que están que suele
responder más al ejemplo de sus profesores que a las recomendaciones que se le
puedan hacer. En este sentido el daño es irreparable, porque el tiempo perdido
no habrá forma de recuperarlo más que cargando a los pequeños con más clases
que lógicamente han de llevar cuesta arriba, porque ellos no han sacado nada de
la huelga de sus maestros; queremos decir nada positivo. Sus maestros sí —y si
no lo han sacado piensan sacarlo— por lo que es lógico que ellos sean los que
tengan que recuperar el tiempo perdido, pero no los niños que de propia
intención no perdieron tiempo alguno… Yo no sé cómo expresarlo, pero en toda
esta huelga de profesores hay una cierta injusticia con los educandos que no debieron
nunca padecer.
Podría argumentarse que la huelga es justa en cuanto a reivindicaciones
salariales —y probablemente lo sea— pero lo que no es justo que en una discusión
entre administración y profesores, haya un tercero perjudicado —que ni protestó
ni se benefició de nada—… ¿A quién culpamos de esta injusticia, al Ministerio
por no atender a sus profesores o a los profesores?
No sé, pero pienso —sin tratar de ofender a nadie— que debería haber
otros caminos de protesta en los que no hubiera daños a tercero… o como pasa
con el seguro del automóvil, indemnizar a esos terceros por el perjuicio que se
les ha causado sin que ellos hayan tenido culpa de nada.
Diario HOY, 11 de enero de 1981
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