(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Del
señor Antonio Costillares a Pepe Alviz hay en Cáceres una magnífica tradición
de buenos cazadores y tiradores. Decimos esto, porque es hoy el día en que sale
la veda y aquí es tradicional la enorme afición a este deporte. Pero
deslindemos los campos: entre un cazador y un tirador hay sus muchas
diferencias y no debemos confundir la afición a la caza con tirar bien -aunque puedan
darse las dos cosas juntas-. Ahora, por desgracia, comienzan a faltar cazadores
y hay tiradores de sobra.
El
viejo cazador, al estilo de Costillares, podía no pegarle un tiro a un cerro,
pero ello no quitaba para que aquí, en este mundillo cinegético, se le
considerara como el Tartarín de Tarascón cacereño, pues el ser cazador no es
matar caza, sino saber buscarla y ponerse a tiro de ella, aunque después se
escape, porque la caza debe tener también su defensa. Ya lo decía el señor
Antonio Costillares cuando tiraba a una liebre y se le iba: Déjala, que esa ya
lleva lo suyo.
De
Costillares se cuentan anécdotas a porrillo, hasta el punto de decir que solía
llevar una manta para ponerla debajo cuanto tiraba un tiro y recoger en ella
los tornillos de la escopeta que se le iban. Pero aunque esto no sea más que
exageración, lo que sí es cierto es que él inventó hasta palabras para
describir modos de caza, como “cazar al jorobeo”, que era ir jorobado a lo
largo de la pared de un cercado, hasta sorprender la pieza al otro lado.
Hablaba de su escopeta, una escopeta que cargaba por la boca, como quien habla
de la mujer amada, o de la querida: Mira, le meto una embozá de postas, apunto
a una puerta cochera y la baño toa... Esta escopeta es muy rica... Y es que a lo
natural no llega nada. Lo natural debía ser cargarla por la boca, porque él no
entró nunca ni por escopeta de cartuchos ni por repetidoras.
Había,
en ese Cáceres tradicional, un rosario de buenos cazadores de este tipo: la
familia de “los Toros”, “el Ratón”, “Pitorrito”... Gentes que amaban la caza,
aunque la mataran. Ahora, nos hemos quedado sólo con los tiradores que salen a
quemar pólvora, pero no gustándoles dar ventajas a su oponente: la pieza, de la
que no saben sus querencias y sus costumbres, sólo matarla, lo que no siempre
es justo.
Diario HOY, 12 de Octubre de 1980
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