En la última “Ventana”, anterior a ésta, esos duendecillos que en las
redacciones dicen que lo lían todo hicieron que saliera una errata que queremos
aclarar. Decíamos que los Giles descendían por línea bastarda del rey Alfonso
IX. Nosotros escribimos “bastardía” con “b”, pero los duendecillos o “gnomos”,
que últimamente la han tomado con esta columna, hicieron que saliera con “v”,
lo que implica una falta de ortografía que no debemos dejarles pasar a los “gnomos”,
porque cuando sale “hostelería” por “hostería” la cosa tiene menor importancia
y la gente acaba sabiendo que es un lapsus pasable, pero en el caso de la
bastardía (¡ojalá salga esta vez con “b” de burro!) el caso requiere una
explicación y de algún modo debemos “indemnizar a los lectores explicando un
poco esa bastardía de la que se enorgullecían nuestros pasados convecinos “los
Giles”. Bastardo (con “b”) dice el diccionario que es el que “degenera de su
origen natural”. En la obra de Muñoz Seca “La venganza de don Mendo” —y sí lo
entenderán mejor ustedes–, al referirse a la protagonista, “Magdalena”, que se la
“pegaba” al marido, agrega uno de los personajes: “…y no sólo con el rey, que
tal pegamento es caso de honor para la familia, sino con cualquier bellaco que
le trovare una trova al “lao” de la trompa Eustaquio”… Lo que quiere decir que
la bastardía siempre tiene un origen “taurino”. Ustedes nos entienden.
Pues bien, los Giles cacereños se enorgullecían de descender el Rey Alfonso
IX de León y de su ilustre manceba, doña Teresa Gil Soverosa, y utilizaban
indistintamente el apellido Gil o el apellido Alfón (el primero por el de ella
y el segundo por el nombre del rey su progenitor). Uno de los nietos del rey
por esa rama bastarda, que se llamaba Gil Alfonso, acompañó a su abuelo a la
toma de Cáceres, allá por el siglo XIII, y aquí se quedó. El abuelo se portó
bien con él y en el reparto de tierras le dio las mejores dehesas. Algunas de
estas fincas llevan aún nombres que indican esa propiedad, entre las que citaremos:
“Ramogil”, “Sancho Gil”, “Mingagila”, “Raposera de los Giles”, “Capellanías de Gil
Sánchez”, “Escobero de don Gil” y hasta hay un pueblo al que le dio nombre uno
de estos Giles, que se llamaba Gonzalo Gil El Cano, y que es el nombrado por
Aldea del Cano. Como ven, aunque el rey Pedro el Cruel les cortara las cabezas
a dos de ellos, no andaban mal de fortuna sus parientes, por lo que era en
cierto modo lógico que alardearan de ser bastardos del rey conquistador de Cáceres,
Alfonso IX de León que, dicho con todos los respetos, debía ser un “pindongo”
de tomo y lomo.
Diario HOY, 14 de abril de 1981
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