Alguno de los que leyó una de estas “ventanas” referidas a la “Fiesta
del Árbol” y cómo había surgido en Cáceres, me ha aportado algunos detalles de
aquel entonces y me ha pedido algunos datos más sobre el decidido apoyo que los
ayuntamientos cacereños pasados y el propio vecindario prestaron a la repoblación
forestal. Las “Fiestas del Árbol” se hacían en Cáceres cuando era alcalde don
Antonio Canales, que personalmente solía presidirlas. Y por el sistema “festero-escolar”
del que hablábamos, fueron implantados los jardines de la plaza de Italia, que
entonces se llamaba “Peña Redonda” y ahora se va a llamar del Alcalde Canales;
el “Perejil”, que hoy se llama Delicias; “El Triángulo”, que hoy se llama Plaza
de América o Cruz de los Caídos, y algún otro punto de la ciudad. Pero
posteriormente a aquello, quizá en plena guerra civil o poco tiempo después de ella,
se hicieron en los alrededores de la ciudad algunas repoblaciones más de
arbolado —siguiendo la idea que había implantado el alcalde Canales— pero
orientándola de forma distinta. Toda la repoblación del Cerro de Cabezarrubia,
que hoy es un frondoso pinar, se hizo entonces.
En aquel entonces Cabezarrubia era un cerro pelado de mucho suelo
calizo, un verdadero pedregal, en el que solo había saltamontes y alacranes; pues
bien, entonces se impusieron al vecindario —creo que a los cabezas de familia—
unas “prestaciones personales” que consistían en ir unas jornadas a plantar
pinos a “Cabezarrubia” o a “El Rodeo”. Como suele suceder en estas cosas, el
que teniendo dinero no quería cavar hoyas de pino, pagaba una cantidad y se
libraba del compromiso (se decía que esa cantidad se destinaba a dar jornales
para el mismo fin), pero lo cierto y verdad es que lo “cacereño y patriótico”
—que entonces andaban así las cosas, unidas— era ir a cavar y plantar pinos en
el lugar que a cada cual le correspondía. Por ese sistema se plantaron los
pinos de “Cabezarrubia”, que sí arraigaron, y se plantaron otros muchísimos más
en todo “El Rodeo”, que no arraigaron porque el ganado se los comía y se tuvo
menos cuidado con ellos. La idea fue bonita, aunque creo que excepto lo
conseguido en “Cabezarrubia”, contra todo pronóstico, poco más se consiguió;
pero mereció la pena el intento y hay que decir que aunque a muchos les caían
mal aquellas “prestaciones personales”, con ellas se consiguió una concienciación
de la importancia del árbol para todos, de la que ahora carecemos, Hoy es el
ICONA, o algún otro organismo el que hace todo, más técnicamente, es cierto,
pero de forma bastante menos personal que aquella.
Diario HOY, 9 de abril de 1981
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