Dicen que en las épocas neolíticas o paleolíticas, antes de inventarse
la aspirina, los brujos de entonces, de quienes descienden los médicos de
ahora, para erradicar el dolor de cabeza le cortaban la cabeza al paciente y
andando. Había otro método un poco más humano, pero también drástico, al que se
llegó después de ver que el método anterior les iba quedando sin pacientes, y
consistía en acallar un dolor produciendo otro más grande. Por ejemplo, llegaba
un cavernícola con jaqueca y el brujo, de un golpe de maza, le machacaba el
pie; mientras el paciente se dolía del pie aplastado no se volvía a acordar de
la cabeza y su dolor le quedaba paliado con el nuevo
Pienso yo que, salvando las diferencias al equipo económico del
Gobierno les viene pasando algo de lo que a los brujos paleolíticos le pasaba,
que para salvar los muchos baches que presenta la economía cortan por lo sano
con la subida de todos los productos sin pensar que la “renta per cápita” de
cada ciudadano cada vez queda más disminuida y que muchos de ellos, como los de
los dolores de cabeza del neolítico, se van quedando por el camino.
Es un modo de “adelante y caiga quien caiga” sin preocuparse de “descubrir
la aspirina” o cualquier otra panacea que, haciendo menos daño, produzca menos “víctimas”.
El método es facilón: ¿que si subimos la gasolina habrá muchos que tengan que
vender el coche? ¿Qué algunos de estos automovilistas eran trabajadores que lo
emplean como herramienta…? No importa, apliquemos el “Método Abundio” y
andando. Ya saben ustedes el caso de Abundio, que tuvo que vender el coche para
comprar gasolina, aunque acabó quedándose sin ambas cosas.
En fin, que este subir las cosas sin más, este cortar por lo sano nos
parece más propio de personas a las que las subidas no les afectan gran cosa
porque disfrutan de grandes sueldos y no piensan en el prójimo más económicamente
débil. Todo tendría un fácil arreglo, que sería obligar a cada uno de los que
forman ese equipo económico a vivir una temporada —la que dure su mandato— sin
más ingresos que el jornal mínimo interprofesional, y ya veríamos si no
buscaban otros métodos menos drásticos y más acordes con la debilísima economía
del pueblo llano, que está ya en unas cotas tercermundistas y no precisamente
europeas. Decretar es fácil, pero repartir bien las cargas difícil. Búsquese la
aspirina y no corten la cabeza a quienes se duelen de ella.
Diario HOY, 18 de marzo de 1981
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