jueves, 22 de junio de 2017

Cuanto antes, la aspirina


Dicen que en las épocas neolíticas o paleolíticas, antes de inventarse la aspirina, los brujos de entonces, de quienes descienden los médicos de ahora, para erradicar el dolor de cabeza le cortaban la cabeza al paciente y andando. Había otro método un poco más humano, pero también drástico, al que se llegó después de ver que el método anterior les iba quedando sin pacientes, y consistía en acallar un dolor produciendo otro más grande. Por ejemplo, llegaba un cavernícola con jaqueca y el brujo, de un golpe de maza, le machacaba el pie; mientras el paciente se dolía del pie aplastado no se volvía a acordar de la cabeza y su dolor le quedaba paliado con el nuevo
Pienso yo que, salvando las diferencias al equipo económico del Gobierno les viene pasando algo de lo que a los brujos paleolíticos le pasaba, que para salvar los muchos baches que presenta la economía cortan por lo sano con la subida de todos los productos sin pensar que la “renta per cápita” de cada ciudadano cada vez queda más disminuida y que muchos de ellos, como los de los dolores de cabeza del neolítico, se van quedando por el camino.
Es un modo de “adelante y caiga quien caiga” sin preocuparse de “descubrir la aspirina” o cualquier otra panacea que, haciendo menos daño, produzca menos “víctimas”. El método es facilón: ¿que si subimos la gasolina habrá muchos que tengan que vender el coche? ¿Qué algunos de estos automovilistas eran trabajadores que lo emplean como herramienta…? No importa, apliquemos el “Método Abundio” y andando. Ya saben ustedes el caso de Abundio, que tuvo que vender el coche para comprar gasolina, aunque acabó quedándose sin ambas cosas.
En fin, que este subir las cosas sin más, este cortar por lo sano nos parece más propio de personas a las que las subidas no les afectan gran cosa porque disfrutan de grandes sueldos y no piensan en el prójimo más económicamente débil. Todo tendría un fácil arreglo, que sería obligar a cada uno de los que forman ese equipo económico a vivir una temporada —la que dure su mandato— sin más ingresos que el jornal mínimo interprofesional, y ya veríamos si no buscaban otros métodos menos drásticos y más acordes con la debilísima economía del pueblo llano, que está ya en unas cotas tercermundistas y no precisamente europeas. Decretar es fácil, pero repartir bien las cargas difícil. Búsquese la aspirina y no corten la cabeza a quienes se duelen de ella.
Diario HOY, 18 de marzo de 1981

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