Ejemplo clásico de un diálogo de sordos, es el de aquellos dos amigos
hipoacúsicos que se preguntaban:
“—Qué, vas de caza?
—No, voy de caza.
—¡Ah, creía que ibas de caza!”
Pues bien, el pueblo, nuestro pueblo, comienza a decir que entre los
políticos que intentan gobernarnos, los que están en la oposición, y el propio
pueblo lo que hay en realidad es un diálogo de sordos que comenzó casi con la
democracia y, aunque en alguna ocasión —como en el cuento— ambos hablan de lo
mismo, no acaban entendiéndose, porque nadie escucha lo que el otro dice.
Hay que reconocer que una de las cosas más difíciles es saber escuchar
y que precisamente esa cualidad es esencial para lo que podríamos llamar el
juego de la democracia y de la convivencia: escuchar lo que los demás dicen,
entenderlo y pedir a cambio que nuestra propia opinión sea también escuchada
por el interlocutor… Pero: “¿quién le pone el cascabel al gato?”, o traducido a
nuestro ejemplo: “¿Quién le pone el “sonotone” al sordo?” Esa es la dificultad,
porque mientras el pueblo tiene mejores entendederas de las que se pueden
imaginar, muchos de los que mandan acaban no entendiéndolo.
Hay algo en lo que el pueblo puso énfasis en esa noche del 23 y en las
fechas que la siguieron: trabajar cada cual en lo suyo, porque el futuro se
hace trabajando —todavía no se ha encontrado otro método— y aportar con ello y
con su serenidad ese pequeño granito de arena que servirá para construir la
futura España. Así se manifestó el pueblo, con toda sencillez. Pero hubo que
pedirle que se manifestara después en las calles —yo opino que esta segunda
manifestación, por ser “albarda sobre albarda”, no era precisa— pero en fin, no
estaba de más; pero sin embargo hay algo que comienza a preocupar a los
cacereños, al pueblo en general, y es el que cada cual vuelva a su “tajo” y
comience a cumplir aquello de: “A Dios rogando, y con el mazo dando”. En cuanto
al Gobierno y los políticos también. El primero afianzando el toro por los
cuernos, o gobernando que debe ser lo suyo, y en cuanto a los políticos de
cualquier color ayudando a los primeros a llevar la nave adelante, ya que lo
prometieron en los peores momentos, y no perdiéndose en disquisiciones
filosóficas de otras soluciones que podrían buscarse Si se encontró esa, vamos
a ver si da resultado aunque hay que comprar “sonotones” para todos.
Diario HOY, 5 de marzo de 1981
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