Me lo ha recordado la estancia de la Virgen de la Montaña en Santa
María, porque también estaba aquí la imagen cuando sucedió el bombardeo de Cáceres
por la aviación republicana, precisamente, el 23 de julio de 1937. Fue el único
hecho sangriento de guerra en Cáceres, porque no hubo más bombardeos con
víctimas, y me parece raro que los historiadores locales hayan tendido un velo
de silencio sobre lo que conmovió al Cáceres de aquel entonces. Alguna vez he
pensado que como fue un hecho que se cobró una treintena de víctimas inmediatas
y trajo el luto a gran cantidad de familias cacereñas se ha preferido no
tocarlo y olvidarse de él, como si no hubiera ocurrido. Pero ocurrió, y como es
historia no está mal que sin tratar de ahondar en heridas de ningún tipo
recordemos lo acaecido. Estaba aquí el
Cuartel General de Franco y en una guerra como la que vivíamos eran
lógicos —aunque no deseables— estos hechos. Cáceres, donde nunca había ocurrido
nada en un año largo de contienda, vivía alegre y confiado. La Virgen estaba en
Santa María y un cordón incesante de cacereños —como ocurre ahora— la visitaban
a cualquier hora del día.
Sobre las once de la mañana (hay versiones que dicen que fue a las 9,30) *
una formación de bombarderos republicanos “Katiuskas” en una sola pasada dejó
caer sus bombas sobre la ciudad. Se dijo que un pequeño cañón antiaéreo que
había en el campo de aviación (desmontado de un barco) logró colocar algunos
impactos en la formación de bombarderos, que desistieron de una segunda pasada.
Por los impactos de las bombas podía seguirse su trayectoria: dos cayeron ante
las puertas de la Concatedral, siendo su metralla la que más víctimas causó;
otra destruyó la fachada del Palacio de Mayoralgo, que se reconstruyó
posteriormente, otra más cayó en el Rincón de la Monja, otra en las traseras
del Ayuntamiento, destruyendo una churrería que había en la plazuela de las
Piñuelas y causando algunas víctimas; otra ante el Ayuntamiento, destruyendo la
casa que estuvo en la esquina de la entrada a la Plaza, por Defensores del
Alcázar que habitaba Mateo Laporta y que produjo la muerte a su esposa y así
seguía el reguero de impactos hasta las huertas de la rivera, no explotando
algunas de ella, que hubo que explosionar posteriormente. Dos de las casas
destruidas no volvieron a reconstruirse, como son las de Defensores del Alcázar
y la de Las Piñuelas, quedando el terreno que ocuparon para ensanche de las
vías urbanas. Son cosas pasadas, pero merecen recordarse.
Diario HOY, 29 de abril de 1981
* Lo inserto en azul está escrito, de puño y letra de Fernando
García Morales, en su colección personal de estas “Ventanas”.
El bombardeo fué a las 9,30 de la mañana, lo recuerdo perfectamete ya que acababa de levantarme, tenia entonced 9 años y vivia en la estación del ferrocarril y toda la familia nos bajamos al vestibulo de viajeros
ResponderEliminarImpresionante documento.
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