domingo, 18 de junio de 2017

“El cebollazo”


Nada, que el agua está muy dura de caer. Las borrascas que nos visitan son como de juguete y aunque se anuncian chubascos el agua que suele caer no serviría ni para humedecer un sello. Por no ir más allá, en la noche del miércoles se nos llenó el cielo de nueves y cuando creíamos que la lluvia era segura y hasta comenzaron a caer unas gotas un fuerte viento se llevó las nubes a otro sitio y nos quedamos con las ganas. Porque lo importante para que llueva es que haya nubes porque habiéndolas hay hasta métodos científicos para hacerlas soltar su agua.
Yo recuerdo que en tiempos de la “pertinaz sequía” de los años cuarenta —que yo viví— los alemanes montaron unas redes de instrumentos, precisamente en  España, y de algún modo bombardeaban con unos efluvios químicos las nubes y las hacían precipitar su lluvia. Al menos esta era la teoría, en la que era necesario que hubiera nubes porque si no el producto químico “precipitante” no servía para nada. Se decía entonces que era más efectivo bombardearlas con una especie de morteros, haciéndolas llegar antes el producto químico, con lo que se conseguían mejores resultados aunque este sistema era más caro porque se necesitaba un artificiero que fuera persiguiendo a las nubes y acertando en sus impactos.
En fin, hablaba yo de todo esto con mi buen amigo Juan Tapia —del que ya he dicho que miente lo suyo—, quien me confesaba:
— Yo tengo un sistema, que estoy a punto de patentar, para hacer llover, y que se me ocurrió un buen día cuando estaba guisando.
(Aclaro que Juan es muy aficionado a la gastronomía y se cocina sus propios platos)
“Pues bien —continuó— estaba yo picando cebollas y no dejaba de llorar, porque ya sabes que la cebolla precipita el llanto. Entonces se me ocurrió que si a las nubes se les pega un buen “cebollazo”, éstas no tienen por menos que “llorar su agua” sobre la tierra. Pero tiene que haber nubes, claro”.
Lo difícil será hacer llegar las cebollas a las nubes —insinuamos— aparte de que las cebollas están muy caras; al menos su precio está por las nubes.
— ¿Y cómo haremos llegar tan algo las cebollas?
— Todo lo tengo resuelto —me dijo Juan Tapia—, pero hasta que lo patente no quiero adelantarte más; que me busquen nubes y yo me encargaré de pegarles el cebollazo.
Yo no sé si en esto habrá algo de cierto, pero si siguen así las cosas habrá que ensayar el “cebollazo” de mi buen amigo Juan.
Diario HOY, 20 de febrero de 1981

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