Recordaba yo cómo nos entreteníamos en mi barrio cuando éramos
pequeños, muy pequeños, jugando al “juego de las estatuas”. Consistía en
agarrarnos de las manos y dar remolinos muy deprisa hasta que el que dirigía
daba un grito y, soltándonos, salíamos despedidos para quedar totalmente
quietos unos segundos, según caíamos —como los perros “puestos”— imitando a
cualquier estatua que hubiéramos visto. El que dirigía elegía el que él
estimaba el mejor, que pasaba a ocupar su puesto de dirigente y continuaba el
juego hasta el aburrimiento. Mejor dicho, en mi barrio no había ocasión de
ello, porque un tal Rosendito, que tenía fama de bruto y tonto, cuando le
apetecía y aprovechando la quietud de los demás, largaba un par de bofetones a
los que tenía más próximos, con lo que el juego acababa en batalla campal.
Estaba yo contando esto a un grupo de amigos, cuando nos llego la
noticia del acuerdo que, en pacto y parto común, habían tenido nuestros
partidos políticos sobre lo de parar todos los españoles unos segundos el día
12 a las doce en “rogativa” por que desaparezca el terrorismo y se arreglen las
cosas. Paco, que es un ingenuo que no se entera de la “evolución”, peguntó: “¿Y
por qué no habrán acordado unas rogativas a algún santo como se hacía antes?”.
La sapiencia de Antonio Belvedere le respondió: “Pero hombre, ¿cómo quieres que
un cúmulo de ideologías tan dispares puedan acordar algo así? ¿Es que no te has
enterado que ya no somos un estado confesional y que el rezar a un santo sería
una antigualla? Han tenido que elegir una especie de rogativa laica, que todos
puedan aceptar.” “Pues mira, a mi —insistió el otro— me parece mejor un
Padrenuestro que un minuto de silencio.” Belvedere, que es un demócrata, le
dijo: “Tú si quieres aprovecha el silencio y reza lo que te parezca, pero no
vas a obligar a los demás a que lo hagan.”
En fin, que Paco y alguno más han quedado en rezarle a Santa Rita, y
unos opinaron de un modo y otros deforma distinta, aunque no teniéndolas todas
consigo sobre la eficacia del “paro laico comunal”. Yo, ligando una cosa a
otra, me di en pensar: “¡Mira que si en estos momentos aparece el Rosendito de
turno!”… En fin, que quizás uno prefiere aquello de: “A Dios rogando y con el
mazo dando”, pero allá cada cual con sus ideas.
Diario HOY, 8 de mayo de 1981
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