jueves, 29 de junio de 2017

El juego de las estatuas


Recordaba yo cómo nos entreteníamos en mi barrio cuando éramos pequeños, muy pequeños, jugando al “juego de las estatuas”. Consistía en agarrarnos de las manos y dar remolinos muy deprisa hasta que el que dirigía daba un grito y, soltándonos, salíamos despedidos para quedar totalmente quietos unos segundos, según caíamos —como los perros “puestos”— imitando a cualquier estatua que hubiéramos visto. El que dirigía elegía el que él estimaba el mejor, que pasaba a ocupar su puesto de dirigente y continuaba el juego hasta el aburrimiento. Mejor dicho, en mi barrio no había ocasión de ello, porque un tal Rosendito, que tenía fama de bruto y tonto, cuando le apetecía y aprovechando la quietud de los demás, largaba un par de bofetones a los que tenía más próximos, con lo que el juego acababa en batalla campal.
Estaba yo contando esto a un grupo de amigos, cuando nos llego la noticia del acuerdo que, en pacto y parto común, habían tenido nuestros partidos políticos sobre lo de parar todos los españoles unos segundos el día 12 a las doce en “rogativa” por que desaparezca el terrorismo y se arreglen las cosas. Paco, que es un ingenuo que no se entera de la “evolución”, peguntó: “¿Y por qué no habrán acordado unas rogativas a algún santo como se hacía antes?”. La sapiencia de Antonio Belvedere le respondió: “Pero hombre, ¿cómo quieres que un cúmulo de ideologías tan dispares puedan acordar algo así? ¿Es que no te has enterado que ya no somos un estado confesional y que el rezar a un santo sería una antigualla? Han tenido que elegir una especie de rogativa laica, que todos puedan aceptar.” “Pues mira, a mi —insistió el otro— me parece mejor un Padrenuestro que un minuto de silencio.” Belvedere, que es un demócrata, le dijo: “Tú si quieres aprovecha el silencio y reza lo que te parezca, pero no vas a obligar a los demás a que lo hagan.”
En fin, que Paco y alguno más han quedado en rezarle a Santa Rita, y unos opinaron de un modo y otros deforma distinta, aunque no teniéndolas todas consigo sobre la eficacia del “paro laico comunal”. Yo, ligando una cosa a otra, me di en pensar: “¡Mira que si en estos momentos aparece el Rosendito de turno!”… En fin, que quizás uno prefiere aquello de: “A Dios rogando y con el mazo dando”, pero allá cada cual con sus ideas.
Diario HOY, 8 de mayo de 1981

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