Según recogía nuestro colega “Ya”, el comité de empresa de la Red
Nacional de Paradores ha propuesto a la
Administración, de la que depende, que sus trabajadores renuncien a la
subida salarial que les corresponde este año a cambio de que se les garanticen los
puestos de trabajo. Quieren participar en la reestructuración de la empresa,
con el producto salarial no percibido, enjugando con ello parte del déficit que
alcanza la red y, en definitiva, buscando una solución a la pervivencia de la empresa
de que dependen, porque saben que de hundirse ésta, los primeros que se
hundirán serán ellos, que se quedarán sin puestos de trabajo y sin ver por
dónde meter la cabeza…, porque lo del subsidio del paro es, como quien dice,
“pan para hoy y hambre para mañana”.
Ensalza el comentario el sentido común de estos trabajadores y lo poco
común de la propuesta para agregar: “mucho más cuando vemos la alegría con que
algunas centrales lanzan sus huestes a la calle, no sabemos muy bien si con
intención de mejorar sus sueldos o de hundir sus empresas. Lo que sí sabemos es
que acaban consiguiendo lo segundo”.
Esta “alegría” que se menciona nos ha recordado el cuento del loro del
capitán de un barco que estaba hundiéndose que, subido en lo más alto del palo mayor,
cuando veía que los de más abajo se iban ahogando poco a poco, según subía el
agua, decía: “San Fastidiarse”, repitiendo la frase hasta que el agua le
llegaba a las patas y se dio cuenta de que también él corría el mismo peligro,
para terminar diciendo: “¡Pero, San Fastidiarse!, ¿es que vamos a fastidiarnos
todos?” Porque pienso yo que si los que estamos en alguna empresa no hacemos lo
imposible por que ésta no se hunda, puede también pasarnos lo que al loro de mi
cuento, que seamos los primeros —o los últimos, que el orden no importa— que
nos quedemos sin alpiste.
Mi buen amigo Belvedere, que lo sabe todo, dice que en el mundo sólo
hay dos fuerzas contendientes: el capitalismo y el marxismo, aunque haya
diversas matizaciones de uno y otro, y él —que es listo como un lince— piensa
que todo esto se relaciona con esa lucha en la que a los jugadores (los dos
prebostes a escala internacional que juegan) les importa muy poco que Juan o
Pedro se queden sin trabajo, si ellos consiguen apuntarse un tanto en ese tablero
internacional aunque sea a base de “caiga quien caiga”…, con lo que Juan o
Pedro —que somos usted o yo— lo único que hacemos es el “caldo gordo” a quien
nos mueve las fichas que ya se ocupa de mentalizarnos para creer que estamos
haciendo lo más justo.
Yo no sé si darle la razón a Belvedere, porque el sentido común es el
menos común de todos los sentidos.
Diario HOY, 17 de febrero de 1981
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