sábado, 17 de junio de 2017

El menos común de los sentidos


Según recogía nuestro colega “Ya”, el comité de empresa de la Red Nacional de Paradores ha propuesto a la  Administración, de la que depende, que sus trabajadores renuncien a la subida salarial que les corresponde este año a cambio de que se les garanticen los puestos de trabajo. Quieren participar en la reestructuración de la empresa, con el producto salarial no percibido, enjugando con ello parte del déficit que alcanza la red y, en definitiva, buscando una solución a la pervivencia de la empresa de que dependen, porque saben que de hundirse ésta, los primeros que se hundirán serán ellos, que se quedarán sin puestos de trabajo y sin ver por dónde meter la cabeza…, porque lo del subsidio del paro es, como quien dice, “pan para hoy y hambre para mañana”.
Ensalza el comentario el sentido común de estos trabajadores y lo poco común de la propuesta para agregar: “mucho más cuando vemos la alegría con que algunas centrales lanzan sus huestes a la calle, no sabemos muy bien si con intención de mejorar sus sueldos o de hundir sus empresas. Lo que sí sabemos es que acaban consiguiendo lo segundo”.
Esta “alegría” que se menciona nos ha recordado el cuento del loro del capitán de un barco que estaba hundiéndose que, subido en lo más alto del palo mayor, cuando veía que los de más abajo se iban ahogando poco a poco, según subía el agua, decía: “San Fastidiarse”, repitiendo la frase hasta que el agua le llegaba a las patas y se dio cuenta de que también él corría el mismo peligro, para terminar diciendo: “¡Pero, San Fastidiarse!, ¿es que vamos a fastidiarnos todos?” Porque pienso yo que si los que estamos en alguna empresa no hacemos lo imposible por que ésta no se hunda, puede también pasarnos lo que al loro de mi cuento, que seamos los primeros —o los últimos, que el orden no importa— que nos quedemos sin alpiste.
Mi buen amigo Belvedere, que lo sabe todo, dice que en el mundo sólo hay dos fuerzas contendientes: el capitalismo y el marxismo, aunque haya diversas matizaciones de uno y otro, y él —que es listo como un lince— piensa que todo esto se relaciona con esa lucha en la que a los jugadores (los dos prebostes a escala internacional que juegan) les importa muy poco que Juan o Pedro se queden sin trabajo, si ellos consiguen apuntarse un tanto en ese tablero internacional aunque sea a base de “caiga quien caiga”…, con lo que Juan o Pedro —que somos usted o yo— lo único que hacemos es el “caldo gordo” a quien nos mueve las fichas que ya se ocupa de mentalizarnos para creer que estamos haciendo lo más justo.
Yo no sé si darle la razón a Belvedere, porque el sentido común es el menos común de todos los sentidos.
Diario HOY, 17 de febrero de 1981

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