Uno de los “slogans” verdaderamente estúpidos, de los muchos que ha
tenido la televisión a lo largo de los años, era ese que –con el fin de
promover la lectura— decía: “Un libro al año no hace daño.” Vamos, como si el
libro fuera una materia perniciosa que pudiera hacer daño alguno nada más que
se leyera más de la cuenta. pero no era solo la “tele” la que caía en esta
inconsecuencia, sino que hace poco —y en algunos de nuestros pueblos sigue el
dicho— los que se las daban de “maestros
de la vida” te soltaban a cada dos por tres el refrán de “Las novelas, no
verlas”… Y conste que esta era una práctica generalizada por entender que el
leer era, como mínimo, una forma de perder el tiempo.
En esta práctica hubo hasta momentos de prohibiciones absurdas, como
era la de la propia “Biblia”, nuestro libro sagrado, que para leerlo había que
pedir determinados permisos. Los tiempos y los modos han variado, aunque esta materia es discutible —como
cualquier otra— y puede haber alguien que argumente que el propio “Quijote” salía al paso de la
lectura de los llamados “libros de caballería” de cuyos perniciosos resultados
puede derivase hasta la locura del propio “Don Quijote”.
Pero una cosa es salir al paso de los malos libros y otra muy distinta
es suponer que lo pernicioso es cualquier clase de lectura, cuando a decir
verdad, hasta ahora no se ha inventado un medio que pueda sustituir al libro en
lo que a adquisición de cultura y conocimientos se refiere. Los otros medios,
auditivos y visuales, pueden ser un complemento de la lectura, como pueden
serlo los viajes, pero el libro y la lectura siguen siendo los medios más idóneos,
y casi únicos, para adquirir conocimientos. El seleccionar lo que se lee viene
después, pero la apetencia por leer ha de crearse antes. Recordamos a este
respeto que, recién creada nuestra Facultad de Letras, un profesor de ella nos
comentaba con el consiguiente asombro, que tras unas vacaciones preguntó a sus
alumnos qué habían leído en ellas y algunos respondieron que ni el “TBO”. Afortunadamente esto ha pasado a la
historia, pero la verdad es que nuestro pueblo llano lee más bien poco y si
queremos que su formación cultural comience tenemos que empezar por
convencerles de que lean, aunque sea el “TBO”… ¿Cómo hacerlo? Ahí es donde
radica la dificultad, pero pensamos que de algún modo ante las próximas “Fiestas
del Libro” deberíamos comenzar a intentar algo y convencerlos de que lo
pernicioso es precisamente no leer nada.
Diario HOY, 26 de marzo de 1981
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