viernes, 23 de junio de 2017

“¡Hay que ver las tonterías que se sueña uno!”


Yo sé que estas cosas oníricas, de los sueños, suelen ser tonterías, pero no resisto la tentación de contárselo. Me sucedió la otra noche, cuando dormía. En el sueño apareció —no sé de qué forma, porque las cosas de los sueños no sabe uno explicarlas claramente— un precioso perro, una especie de “pastor alemán” que de momento me ladraba pero que luego, tras de hacerle algunas fiestas, se dejó acariciar. Estando acariciando al animalito, al pasarle la mano por su cabeza, me di cuenta de que tenía en ella algo clavado —pensé en un parásito de los que algunas veces tienen los perros— pero me di cuenta de que lo que tenía clavado era una especie de “chincheta” de esas que se usan para poner documentos en los tablones de anuncios; inmediatamente se la arranqué para librar al animalito de aquel suplico y, cuál no sería mi asombro cuando el perro dio una gran explosión y de la nube de humo que dejó a su alrededor salió un ruso vestido con pieles y hablando correctamente —con algún acento— el castellano. Al verle, por la psicosis que venimos padeciendo, me malicié que el tal individuo era un espía, cosa que él acabó confirmándome al decirme que pertenecía a la KGB que en ruso es algo así como en americano la CIA, y de la que salen —y eso a la vista está— el mayor número de espías de Rusia.
Hablamos amigablemente y le pregunté al hombre-can cuál era el motivo de encontrarse en Cáceres, porque resulta que el sueño se desarrollaba en nuestra ciudad aunque, con ese capricho que los sueños tienen, una veces estábamos en la ciudad antigua, otras en la moderna y otras recorriendo algunos de los paseos que tenemos. Con un acento marcadamente ruso y arrastrando mucho las erres me dijo que el motivo era el haber venido a investigar sobre una base de misiles que en Cáceres se había instalado; me reí de tal pretensión y comenzamos a discutir aunque el ruso insistía en que el órgano comprado por don Jaime, el presidente de la Diputación, era en realidad una base de misiles, aduciendo como prueba que lo habían instalado los americanos y que cada tubo sonoro era en realidad un cohete de largo alcance que podía cruzar toda Europa y caer en su país, para “hacerlos la pascua”. Me quedé del otro lado, y el ruso agregó:
“Vengo a porr esos planos y también a copiarr el futuro plan de trabajo de la Real Academia de Extremadura, sobre el que se tienen muchas dudas en mi país…”
Con el capricho de lo onírico, el ruso volvió a convertirse en perro y, mientras yo estaba pensativo, alzó la pata y se hizo “pis” en lo bajo de mi pantalón, emprendiendo una carrera…, pero no pude ver más, porque el frío del “pis” me despertó. Me quedé sentado en la cama y pensativo haciéndome la reflexión de: “¡Hay que ver lo de tonterías que se sueña uno!”
Diario HOY, 28 de marzo de 1981

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