viernes, 30 de junio de 2017

La calma turbada


Tiene Wenceslao Fernández Flores una deliciosa novelita titulada “La calma turbada”, en la que narra —con el salero que tenía este autor— la verdadera revolución que ocurrió entre los vecinos de un pequeño pueblo con la llegada de un equipo de peliculeros para hacer allí unas filmaciones. El que más y el que menos se creían protagonista de la película y fueron presa de la misma locura que invadió a don Quijote por leer libros de caballería. Don Quijote se vistió de cabalero andante y salió a buscar aventuras por los caminos, y los vecinos de ese pueblecito comenzaron a vivir como si estuvieran protagonizando una película.
Pienso yo que algo de esto viene ocurriendo en muchos de nuestros pueblos sin que yo sepa decir cuál es el agente turbador, aunque muchos piensen que pueda ser el cine o la televisión, que nos sirven violencia a manos llenas. Por no ir más allá, tenemos la noticia surgida en Mohedas de Granadilla, donde unos jóvenes de la localidad: Timoteo Rodríguez, Juan Fernández y Pedro Batuecas, según los partes de la Guardia civil que intervino en el asunto, comenzaron a hacerle la vida imposible al pobre maestro, don Virgilio, al que le robaron 700.000 pesetas en joyas, le quitaron posteriormente un ciclomotor y lo quemaron y, últimamente, comenzaron a mandarle anónimos amenazándole de muerte si no les daba otras 200.000 pesetas, y firmando como “ETA – militar”.
La Guardia Civil los ha “trincado” y pagarán su culpa, pero pienso yo que a lo peor el “torcimiento” de estos jóvenes comenzó por juego y, más tarde, viendo que las cosas les salían bien, que lograban dinero fácil, se han visto metidos hasta el cuello en un asunto delictivo de “mayor cuantía”. Pienso yo que todos los delincuentes del mundo, o una gran mayoría, debieron comenzar de modo similar… y casi como jugando, o como habían visto hacer en el cine o en la “tele”, porque, oiga, esta última —a mi modo de ver— no acaba de acertar con sus programas, porque yo veo el “Raskens” ese que nos están poniendo al mediodía y pienso que, por si era poca la violencia de todo tipo que nos traen las noticias, tenemos también que enterarnos de las faenas que le hacen a la pobre familia del “soldado”, lo que sufre su fea mujer y sus hijitos y acaba uno asqueado de este mundo y deseando “correrle la badana” a todos esos suecos desalmados… Es más, si hacen una suscripción en beneficio de la familia “Raskens”, que cuenten con mi óbolo.
Diario HOY, 14 de mayo de 1981

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