viernes, 16 de junio de 2017

La Legión del Flix

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Desde luego, del antiguo carnaval cacereño queda, si acaso, el recuerdo. El Gran Teatro, al parecer, era el punto de cita para las máscaras que solían acudir a los bailes que allí se daban y, terminado el carnaval, se sacaban carros y carros de confetis y serpentinas que habían formado una verdadera alfombra en el patio de butacas, convertido en pista de baile. El edificio estaba acondicionado para esta transformación, ya que su suelo, mediante un mecanismo, se ponía a la altura del escenario, formando, escenario y patio de butacas, una amplia pista en la que bailaban los cacereños de aquel entonces. El “ambigú” —que así se llamaba al bar— se instalaba al fondo del escenario, en el foro, y tanto las plateas, como los palcos, eran lugares para presenciar los bailes o para que las parejas se “escaquearan” para arrullarse.
Los que vivieron aquello, cuentan y no acaban. Uno no llegó a tanto, y acaso recuerda nebulosamente, porque era un niño entonces, lo que era el carnaval en las calles cacereñas. Uno de los recuerdos de mi niñez eran las comparsas que recorrían las calles. Quizá fuera el año 36 cuando desfiló “La legión del Flix” (posiblemente porque esa marca de matamoscas había costeado sus uniformes), que en plan murga recorría las calles cacereñas cantando canciones de doble intención, que ahora no sonrojarían a nadie pero que en aquel entonces eran la comidilla de todo Cáceres:
Somos la legión del Flix
que ha acabado de llegar,
procedente de Madrid,
Nueva York, Berlín, Viena
y el Casar...
Los “soldados del Flix”, con sus impecables uniformes, seguían cantando que venían a matar todas las chinches, moscas y mosquitos de la capital.
Porque nos han dicho
que en esta gran población
hay una de ‘bichos’
que es una exageración...
Y así, con su monótono ruido de pitos, carracas, tambores y matracas, continuaba la juerga que si entonces era entretenida, no lo sería ahora donde los bailes subidos de tono los hay en cualquier sala de fiestas, y donde las canciones y chistes por lo basto se dicen sin ningún tapujo. Porque el fracaso real del Carnaval es que hoy todo el año es carnaval.
Diario HOY, 10 de febrero de 1981

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