Tengo que confesar con cierta vergüenza que cuando yo era chaval y oí
por primera vez la palabra ornitólogo, como pregunté qué era aquello y me
respondieron: “los que se dedican a los pájaros”, en mi mente infantil se formó
la idea de que ornitólogos eran los que se dedicaban a asar pájaros con un
horno.
En mi descargo tengo que decir que aparte de ser un niño, por aquel
entonces había la práctica de comer pájaros fritos y por la similitud del
sonido de la palabra, yo estimé que estos ornitólogos eran una especie de
“gurmet” que los preferían asados. Téngase también en cuenta que yo procedo de
una familia tradicionalmente cazadora y no podía imaginar que el ornitólogo es
el amante o seguidor de la parte de la Zoología que trata de las aves y de su
defensa. Digo esto en descargo de mi conciencia infantil y de mi ignorancia,
que, al menos en se campo, algo ha evolucionado; pero también quiero hacer la
salvedad de que los cazadores de los que yo procedo, y yo he conocido, eran
también amantes de las aves y no verdaderos “monstruos” como algún ornitólogo
actual quiere presentarlos. No hay, a mi modo de ver, antagonismo entre amar a
las aves y cazarlas (las que puedan cazarse) y en esto sí que quisiera romper
una lanza en memoria de los viejos cazadores que respetaron y amaron a sus
antagonistas, las piezas de caza.
Algo que hay que poner en claro es que una cosa es el cazador —que
cada vez abunda menos— y otra el tirador —que cada vez abunda más—. El primero
respeta el ciclo normal de reproducción de las aves, le da ocasión de
“defenderse· en ese “juego” que es la caza, no usando de tretas que puedan
acabar con las especies o agotarlas, porque su deporte depende de que ellas
pervivan. El tirador es quien abate a todo lo que se mueve importándole más el
acierto del disparo que la pervivencia o no de la especie cazada a la que
ignora. El cazador sabe las costumbres de los animales, a los que ama; el otro
no.. Y para terminar, una curiosidad: hace ya varios siglos, Cáceres se vio
invadida de tal cantidad de pájaros que comenzaron a comerse las cosechas y
amenazaban con producir una ola de hambre en la ciudad y sus alrededores, hasta
el punto de que el Ayuntamiento se vio obligado a dar una “ley” conocida por
“Ordenanza de los pájaros” por la que se obligaba a cada vecino a cazar un
determinado número de ellas y presentar sus cadáveres al Ayuntamiento. El
reparto se hizo por gremios y profesiones y hasta los sacerdotes estaban
obligados a presentar los cadáveres de pájaros asignados, y de no hacerlo tenían
que pagar multa al Ayuntamiento… Para que vean que los pájaros también hacen a
veces de las suyas.
Diario HOY, 16 de abril de 1981
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.