Como las cosas hay que reconocerlas y muchas veces se olvida de
hacerlo, o intencionadamente no se hace, dándose el caso que a nosotros no nos
duelen prendas, tenemos que reconocer que nunca se hizo más oportunamente el
pantano de abastecimiento de aguas a Cáceres conocido por “El Guadiloba”.
Dicen que “las cosas bien hechas, bien parecen”. Nosotros diríamos
más: “Hay que reconocer la tranquilidad que da lo bien hecho”.
No sabemos si los cacereños habrán olvidado ya que antes de hacerse el
nuevo abastecimiento de aguas, teníamos aquí restricciones del líquido elemento
cada dos por tres, cuando nadie las tenía. El agua del “Calerizo” y sus pozos
—aun a pesar de las nuevas perforaciones que se hicieron— eran insuficientes
para abastecer a una población en crecimiento como la de Cáceres, y aun sin sequías,
había que recurrir a las restricciones, pedir que se ahorrara agua, etc., etc.
En este Cáceres secularmente sediento se ha dicho que hubo obras
trascendentes para paliar o resolver este problema a lo largo de los siglos: Los primeros que
acometieron una obra que sigue siendo asombro de propios y extraños fueron los
árabes, concretamente los almohades, que realizaron el famoso Aljibe, que no
tiene igual en el mundo si no es otro de dimensiones parecidas que existe en
Constantinopla. Ello sirvió para que Cáceres durante varios siglos, sin temer a
los sitios y acosos a sus murallas, bebiera tranquilamente de ese depósito, que
fue una solución con vistas de futuro. Más tarde, cuando el crecimiento de la
población lo demandó —según ha demostrado el profesor Campesino— fue la Fuente
del Concejo la inyección acuífera que vino a solucionar nuestros problemas;
esta fuente y los pozos del Calerizo se turnaron en dar agua a la población en
crecimiento.
Pero la última solución, con vista de futuro, se le debe al alcalde
Alfonso Díaz de Bustamante y a los ayuntamientos por él presididos, gracias a
los cuales tenemos el pantano del “Guadiloba” y la tranquilidad de poder
enfrentar la sequía actual y las que se presenten, porque su vaso tiene agua
para dos años, aunque no lloviera.
Ojalá llueva y pronto, pero la tranquilidad de lo bien hecho hay que
reconocerla, como reconoceremos lo que ahora se haga bien para el futuro.
Diario HOY, 5 de febrero de 1981
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