Anoche el Ayuntamiento trató de las contribuciones especiales de un
montón de calles, entre ellas la calle Motril, de la que estamos seguros muchos
cacereños no conocen ni donde está, porque entre otras cosas dicha calle no
tiene, ni ha tenido nunca, cartel que la nomine, lo que da origen a que en
ocasiones el forastero que pregunta por ella, aunque se lo pregunte a un
guardia, no obtiene respuesta.
Yo no sé si el fenómeno hay que achacarlo a lo deprisa que se han
hecho estas calles, a que la comisión de calles del Ayuntamiento no funciona
tan bien como sería de desear, o a que se han ido poniendo nombres “a voleo”
—nombres que se aprobaron en sesión municipal— y luego se olvidaron de poner
las correspondientes placas. Por cierto, es la que sale de Gómez Becerra a Santa
Joaquina de Vedruna.
Al lado de este desbarajuste callejero, existe ahora el deseo de
cambio de nombres de otras calles, aunque dicho sea de paso el deseo ha
remitido bastante porque la gente acabará entendiendo que de una calle lo de
menos es el nombre, sino la urbanización, pavimentación, acerados, etc… que
deben estar antes del deseo de quitarles y ponerle placas que, aunque sea más
barato, es bastante menos efectivo que el de arreglarlas. El mismo don Manuel Azaña,
que fue uno de los presidentes de la segunda República española, con lo que
queremos decir que no se le puede tildar de “carca”, decía que en todas las
revoluciones o revueltas españolas había una serie de “cursis” —que así los
tildaba— que creían que con cambiar el nombre de las calles y plazas habían
cambiado el curso de la historia, insistiendo en la ignorancia de esos tales
con palabras bastante duras… ¿Qué diría ahora de algunos que llamándose
seguidores de sus ideas siguen con la misma obsesión? Pero no es este el caso.
A lo que sí queremos referirnos es a que en el
mismo casco de la población hay calles que no han tenido nunca nombre,
aunque se siguen buscando otras calles nuevas para aplicar los nombres
aprobados.
Este es el caso de la calleja que va desde la calle de Pizarro a la
calle del Horno, a la que siempre se conoció popularmente por “La callejina”,
porque nunca tuvo nombre propio, o a los diversos ayuntamientos se les olvidó
ponérselo. Nosotros, por haberse dado este caso insólito a lo largo de dos
siglos, pediríamos se le respetara el nombre popular de “Callejina” y no se le
pusiera más que eso, incluida placa, claro.
Diario HOY, 11 de febrero de 1981
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