viernes, 23 de junio de 2017

Los cazadores y el pretendido examen


Me ha llamado la atención, como se la ha llamado a muchos veteranos cazadores de Cáceres, la burocratización que se pretende del deporte de la caza. Como argumento se aduce que al igual que para dar el carnet de conducir se exige un examen, para dar la licencia de armas se va a exigir también. Esta primera parte me parece aceptable, aunque la comparación no es nada feliz, porque hoy día el conducir un vehículo es, en la mayoría de los casos, una necesidad y la caza es un deporte para el que hasta aquí ha bastado el deseo de hacerlo. Pero hay una segunda parte con la que ningún cazador puede estar de acuerdo y es el examen para darle la licencia, que puede ser una puerta abierta para “compadrear” el dársela al amigo y quitársela al que no lo sea o al menos una complicación burocrática más que no se ha empleado, hasta lo de ahora, en deporte ninguno.
Ustedes me dirán si para jugar al balón o al tenis, por puro entretenimiento y aún en “cancha” propia (como pueden ser en el caso de la caza los cotos) se les exigiera a los aficionados al balón o al deporte de la raqueta, pasar un examen. Simplemente nos habríamos cargado la afición —la cantera— de esos deportes y el que quiera hacer ejercicio en el campo —como es muchas veces el caso de la caza—, y el de esos otros deportes, tendría que dedicarse a recoger florecitas y hierbas,  hasta que se decretara también que hacía falta tener carnet y pasar por examen para ello. Decía Ortega y Gasset, en su prólogo al libro del conde de Yebes, que es una de las mejores cosas que se ha escrito sobre la caza, que esta afición es atávica y en ella el hombre trata de probarse ente la Naturaleza en una especie de regreso momentáneo a ella, para desintoxicarse de los artificios que le impone el mundo actual. Decía más, y es que las “leyes” de prohibición que a lo largo del tiempo se han hecho de dicho deporte no han venido más que a estimular una de las cosas que es sustancial a este ejercicio como es la peligrosidad del realizarlo, con lo que sólo habían conseguido estimular la “fabricación de corsarios” o gentes que cazan al margen de la injusta ley impuesta. Como ven recojo pareceres de alguien que era un gran pensador y una gran cabeza, no de un cazador… Porque vamos a ver, ¿quién examinaría a los examinadores?... ¿quizás los propios cazadores? Se puede argumentar que al menos deben saber, los cazadores la lista de animales protegidos que no deben matarse. De acuerdo, pero con tener una extrema vigilancia y una fuertes sanciones para el que mata lo que no debe matar, ya se aprenderán la lista por la cuenta que les tiene, porque si el examen va a ser:
— ¿Quiere decir el nombre científico de la avutarda, o del pitorrín, el conejo o la perdiz?, van a cazar cuatro sabios y “a golpe de enciclopedia”.
Diario HOY, 29 de marzo de 1981

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