jueves, 29 de junio de 2017

Los consumidores también tienen voz


Uno no acaba de comprender por qué el empecinamiento de cargarse el mercado franco de los miércoles, que tanto éxito de público comprador tiene cada semana en el Camino Llano. La última permanente municipal trató de una petición de representantes de la Cámara de Comercio que recogiendo el punto de vista de los comerciantes de la capital solicitan el traslado de este mercadillo a las inmediaciones del central de abastos o a los márgenes de la carretera de la Ciudad Deportiva. La Permanente ha trasladado el tema a la Comisión de Servicios que lo estudiará, y ahí ha quedado la cosa.
Yo no quiero entrar en las razones que pueden tener los peticionarios para solicitar ese traslado que, estoy seguro, ellos desearían que fuera hasta de la población, sino más bien en el sentido de que como el tema del mercado franco es un tema general en el que no sólo están implicados los comerciantes sino los consumidores que lo utilizan los miércoles de manera tumultuaria, se ha vuelto a olvidar, o puede correrse el peligro de olvidar, la opinión que sobre el mencionado mercadillo puedan tener los usuarios y consumidores en cuanto a su traslado y aun modificación en cualquier sentido.
Los comerciantes ya instalados son parte interesada, y esto lo ve cualquiera, ya que cualquier competencia que pueda provocar una baja del precio del producto o bien una marcha de los clientes hacia otros establecimientos, no debe ser deseable. Pero si esa competencia (siempre que sea lícita) viene a beneficiar al consumidor —desgraciadamente tan olvidado— el Ayuntamiento que lo forman tanto los comerciantes como los consumidores —y estos últimos en mayor número— debe tener sumo cuidado en inclinarse en beneficio de una “clase” o de otra, porque si los comerciantes pagan sus impuestos también los pagan los consumidores y, hasta lo de ahora, no hemos sabido que alguna agrupación de estos últimos haya pedido modificación de sitio o sistema del “mercado franco”.
Hay un hecho que hay que reconocer, y es que el “mercadillo” ha servido para frenar precios. Puede aducirse —y los comerciantes lo hacen— que los productos que allí se expenden son de peor calidad que los suyos, pero la gente se arregla y se ahorra unas pesetas y, sobre todo, están contentos con esta forma de venta.
Diario HOY, 9 de mayo de 1981

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