domingo, 25 de junio de 2017

Los giles y el piojo del rey


Dicen que el mal humor del Rey Pedro I el Cruel era debido a tener un piojo (en aquel entonces, sin haberse inventado el D.D.T. los parásitos los tenían hasta los reyes), un piojo, repito, cojo y con pata de palo que, al desplazarse por la cabeza, le producía tal ruido con el cojitranqueo, que se ponía de “mala sangre” y, en su desesperación, hacía las crueldades que le dieron nombre.
El tal piojo debió ser el causante de la muerte de los “Giles” cacereños, historia que voy a contarles.
En 1367 eran alcaldes del Alcázar cacereño (Palacio de los Reyes, hoy desaparecido) dos hidalgos de este apellido, Gil (descendientes por línea bastarda del rey conquistador Alfonso IX) que para evitar disquisiciones en las luchas que el rey Pedro tenía con su hermano Enrique de Trastamara y, por acuerdo de ambos, habían jurado no entregar la fortaleza a ninguno de los dos contendientes, si no era con un permiso firmado del otro. Sucedió que en ese año se presentó de improviso el Rey Cruel reclamando la fortaleza cacereña como suya y respondiéndole los Giles que antes de faltar a su juramento preferirían perder la vida… Debía tener don Pedro el piojo cojo alborotado y, sin más, mandó que les cortaran las cabezas.
Enterrados están en la Iglesia de San Mateo y sobre su lápida, que se ha perdido, rezaba escuetamente: “Esta es la casa de los Giles”… Ejemplo fue esa lápida del honor debido a la palabra dada, durante muchos siglos, hasta que un párroco, allá por el siglo pasado, mandó picarla —con otras muchas más— para que el pavimento de la iglesia fuera más cómodo a los fieles.
Esta es una vieja historia cacereña casi olvidada ya, y como alguien nos ha pedido que rememoremos alguna vez la historia legendaria de nuestro pasado, lo hacemos. Por otro lado, bien demostrado queda que el Rey Pedro tenía “malas pulgas”, aunque en este caso fueran “malos piojos”… y puede que hasta de ahí venga la frase.
Diario HOY, 12 de abril de 1981

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