miércoles, 21 de junio de 2017

¿Quién se beneficia?


Tengo que confesar que estoy con la mosca en la oreja sobre las tarifas que van a cobrar los bancos por la domiciliación de recibos. De momento se dice que no se cargarán al usuario, sino a la entidad que los expide, pero en los dimes y diretes que se vienen pulsando se ha llegado a decir que el no cobrarle al usuario es “sólo de momento”, que más a la larga, habrá de cobrársele algo. Y por eso no paso.
Yo recuerdo que no hace mucho, el Ayuntamiento y otras sociedades y entidades con recibos que cobrar (Telefónica, Compañías Eléctricas, etcétera, etcétera) tenían sus propios cobradores cuyo trabajo pagaban ellas; unas veces era un pequeño tanto por ciento sobre el recibo cobrado que en otras había ciertos acuerdos con los “profesionales” del cobro, que iban domicilio por domicilio cumpliendo su trabajo. Recuerdo que en el caso del Ayuntamiento solía ser algún guardia que aprovechaba horas fuera de servicio para arrimar unas pesetillas a su sueldo por “cobranzas”. Cierto que en la mayoría de los casos, estos agentes del cobro “tenían mucho que patear” por el “vuelva usted mañana”, por lo que a estas entidades les vino de perlas el domiciliar en un banco el cobro de recibos con lo que se ahorraban —ellos y no los “paganos”— un cobrador y su sueldo. Si ahora el banco quiere también cobrar por hacer de “cobrador”, que sean esas entidades, oficiales o particulares, las que justamente corran con el pago y no los vecinos que no nos hemos embolsado un solo duro por la comodidad que los bancos ofrecieron… Por todo ello a mí me escama esa segunda parte de que “más a la larga el usuario deberá pagar una parte de este servicio”, porque estamos acostumbrados a que en este país acaba tomándose el rábano por las hojas y se nos acabe convenciendo de que la comodidad se le da al usuario y no a la entidad que libra el recibo, que “de menos los hizo Dios” y aquí —aun con sequía— “llueve muchas veces sobre mojado” y sobre todo que los derechos del pueblo llano —“del paganini” para entendernos— se les acaban olvidando a todos y como el pueblo llano debemos tener una “cara de tontos” descomunal, nos acaban engañando “los listos” de siempre con democracia, sin democracia, en la democracia y antes y después de la democracia. Por otra parte, pienso yo, que cuando había “cobradores” había una serie de personas de humilde condición que ganaban unas pesetejas con ello, si los bancos le quitaron ese pequeño “comedero” sus razones tendrían, por lo que ahora no debemos ser nosotros los que acabemos pagando.
Diario HOY, 14 de marzo de 1981

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