domingo, 18 de junio de 2017

Risas y aplausos “teledirigidos”


Yo estoy en contra de las risas y aplausos “teledirigidos” como creo que están muchos cacereños con los que en alguna ocasión hablamos de los “rollos”, más o menos atractivos, que nos coloca la “tele”.
Conste que creo que hay una aceptación general, al menos a mí me gustan, de series del tipo “Los Roper”, o la de los hermanos en la que uno es guardia y el otro estudiante, cuyo título no recuerdo ahora, o la de “Un médico en casa”, o cualquiera de las que en la sobremesa nos colocan alrededor de las cuatro de la tarde. Suelen estar bien hechas y son entretenidas, y aunque no suscitan ningún profundo problema, al menos arrancan la sonrisa del que las sigue. Con lo que no puedo estar de acuerdo es con las risas que se ponen de fondo en cada chiste u ocurrencia que el guión de la película lleva.
Pienso yo que esta es una imposición dictatorial como para obligar al espectador a que se ría en determinados momentos, por si el chiste le pasara desapercibido. Lo mismo tengo que decir de los aplausos que de vez en cuando y al final de algunas de estas películas se ponen también de fondo.
¿Es que tan imbéciles somos los telespectadores que nos tienen que programar hasta la risa o el aplauso? Si nos lo dan todo hecho qué más queda a los que escuchamos y vemos. Yo tengo que confesar que en principio, quizás de forma ingenua, supuse que eran filmaciones tomadas en algún teatro con público, razón por la que se recogían esos rumores en fondo, pero al parecer es una práctica habitual en estos géneros de televisiones inglesas o americanas, en los que programan hasta el comportamiento que el público que las vea ha de tener… Y yo estimo que esto es un abuso.
Pienso yo que si en las versiones de idioma original se hace así porque esa es la tradición en Inglaterra o Norteamérica, está muy bien para ellos, pero mantenerla en los doblajes que en español se hacen es una tomadura de pelo al menos para los españoles que deseamos seguir teniendo libertad de reírnos y aplaudir cuando nos apetezca y no cuando la película que nos ponen lo “mande”--- ¡Pues hasta ahí podrían llegar las cosas!
Yo no sé si ustedes recuerdan aquellos antiguos “discos de la risa” o el llamado “saco de la risa”, en los que el oír reír a la grabación uno acababa contagiándose… Quizás sea eso, pero al menos a mí, tales discos me caen “gordos” y me producen más seriedad que risas, como comienza a pasarme con esas series de risas y aplausos “teledirigidos”. El humor y el aplauso es algo tan íntimo que tenemos que pedir libertad para ellos.
Diario HOY, 18 de febrero de 1981

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