Dice Luis Montalbán, que es un cacereño por los cuatro costados, que
como llamaban los muchachos de Cáceres a los “celadores”, en épocas pasadas,
que él y yo vivimos, era “bote”. Se refería a una de las “Ventanas” en la que
yo hacía alusión a los antiguos policías municipales cacereños conocidos aquí
por “celadores” y al grito de alarma de los muchachos de entonces dábamos
cuando se notaba la proximidad de alguno que podía reñirnos por jugar a la
pelota en la calle, o por cualquier otra travesura. Yo decía que el grito era
“guindi” y él que era “bote”. Como hablando se entiende la gente, hemos llegado
a un acuerdo y yo le he dado la razón y él ha reconocido la mía. En efecto, lo
más común y quizás lo más cacereño era decir “¡bote!”, que estimo yo que
provenía de que “había que darse el bote” por temor a la multa; pero también se
decía “¡guindi!”, palabra que utilizaban también los muchachos madrileños de
aquel entonces y posiblemente traída por ellos a Cáceres. Puede que en los
barrios donde hubiera niños cuyas familias procedían de Madrid fuera en los que
se empleaba esto último, porque no sé por qué razón, por aquel entonces había
en Cáceres muchas familias de este origen capitalino. Es más, hemos recordado
que aquí al jugar a las bolas y el “guá” se llamaba los “bolis”, aunque los de
origen madrileño le llamaban las canicas”, cosa que nos hacía mucha gracia y
hasta les tomábamos el pelo por ello. Los tiempos han variado y de aquellos
antiguos juegos infantiles, que tenían su rotación según las épocas, no queda
nada. En primavera se jugaba al “peón”, siendo los mejores los que vendía el
señor Terrón, porque tenían “púa o pico de cuatro aletas” y rompía mejor a los
otros. Los de “Casa Recio” eran más finos y bailaban mejor en la mano, pero para
romper y sacar “chapas” del círculo, los mejores eran los del señor Terrón. La
parte baja de un cubo de hojalata y un alambre nos proporcionaba un magnífico
“aro y su guía”, con los que se hacían carreras. Las “chapas” de las botellas
de cerveza que representaba don Alfonso Bazaga eran también un juguete
envidiable, como lo era cualquier palo en el que veíamos una magnífica espada
de D’Artagnan… No sé qué decir, pero la perfección de los juguetes actuales, la
proliferación de ellos y aún la invención de la “tele”, han restado muchas
horas de juego y de imaginación a los niños de ahora, que el futuro ha de decir
si es acertado o no.., porque, oiga, los niños de ahora saben más, pero creo yo
que son bastante menos niños que lo éramos los de aquel entonces y conste que
esto no es nostalgia, sino simple recordación.
Diario HOY, 5 de abril de 1981
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