domingo, 9 de julio de 2017

A modo de “¡hasta luego!”

Don Manuel Castillo Quijada
Ustedes me van a permitir que cierre la “ventana” por unos días. No es que haya corriente, ni que haya puesto el aire acondicionado, porque hasta se da el caso de que la “voy a cerrar” cuando ha refrescado algo el tiempo: pasa más bien que el “ventanero” va, como quien dice, “a darse un bureo” por ahí antes de que comiencen los calores de agosto que, a Dios gracias, pasaremos juntos y oteando lo que el verano nos depare y, si Dios nos da salud, hasta sudando al lado de la “ventana” para tener algo que contarles.
Pero no quiero marcharme sin contarles alguna historia veraniega a modo —si no de despedida—, de “hasta luego”. Resulta que en los periódicos antiguos de Cáceres, periódicos de carácter político, había la costumbre de que el que se marchaba de veraneo, solía enviar sus crónicas desde el lugar elegido para el descanso que, aparte de ser una forma de estimular la canícula, era también una forma de “fardar” echando por delante el veraneo elegido. Así, don Manuel Castillo, un viejo profesor que acabó muriendo el México a una edad casi centenaria, y que era director de una de estas publicaciones, se marchaba de veraneo a Figueira da Foz, en Portugal, y desde allí enviaba las crónicas a su periódico, fechadas y firmadas en dicho elegante lugar de veraneo. Esta pequeña vanidad le caía mal a un político del partido contrario y hombre de gran ingenio, como fue don Eduardo Sánchez Garrido, que había fundado otro periódico con la sana intención de meterse con Castillo y sus ideas y que, para más “inri”, tituló “Zurratontainas”, por lo que don Eduardo, para  ridiculizar a su oponente, firmaba sus crónicas veraniegas poniendo: “Desde las playas del Marco”, con lo que el “pitorreo” popular y local continuaba durante todo el verano y se agotaba tanto un periódico como otro.
Para finalizar diremos que publicaciones de este tipo hubo muchas en Cáceres a principio de siglo, llevándose la palma del humor la conocida por “El Gazpacho”, en cuya “mancheta” podía leerse: “plato local aderezado por varios cocineros de la villa”, agregando el siguiente lema:
“Para que el pueblo no diga
que el nombre me sienta mal
he de tener mucha miga,
y aceite, vinagre y sal.
La virtud no la propalo,
mas la aplaudo con exceso
y he de seguir con el malo
el siguiente lema:
Palo, palo duro y tente tieso.”
Para que vean que nuestro pueblo ha tenido siempre ingenio… y “hasta luego”.
Diario HOY, 19 de julio de 1981

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