jueves, 20 de julio de 2017

A vueltas con el callejero


Después de lo que pasó en el último pleno municipal con la Comisión de Cultura al tratar de imponerles nombres de mares y océanos,  a los alrededores de la Charca Musia, uno no se atreve a opinar. Los socialistas los tildaron de faltos de imaginación y, aunque se salieron con la suya los de la comisión, hay que estimar que los nombres son excesivos. Eso de que un vecino de aquellas calles te pueda decir: “Pues ya sabe, Fulano de Tal, en el Mar Muerto, número tres tiene usted su casa”… Lo menos que se piensa es que se trata del propio Neptuno, vestido de paisano… Esto aparte de que no siendo aquellas humildes alineaciones de dos o tres casas todavía calles reconocidas —en muchos de los casos— es excesivo ponerle nombres tan rimbombantes. Yo, pensando que en las inmediaciones viven “calés”, todos ellos simpáticos y populares vecinos, hubiera preferido que los nombres de sus calles fueran los de sus propios motes familiares, o de personajes populares, como podría ser: “Calle del Alfiler”, “Calle de Chorrojumo”, o “Del Caracabra”, o del “Bocatique”, o del “Zacarías”… nombres que hubieran ido más en consonancia con el objeto. Es más, si para facilidad de los carteros se hacía, podría haberse empleado el método que se empleó en Nueva York, poner a las que van en un sentido, calle número tal, y a las que van en otro, avenida número cual, con lo que el sistema es impersonal y más sencillo para el que busca unas señas. De todos modos, el recurrir a los mares más caudalosos, en los alrededores de una charca medio seca y en tiempo de sequía, suena a “pitorreo” de la comisión y no es raro que se provocaran las risas de los asistentes al pleno. Cierto que en otros grupos de viviendas alejadas del centro se han empleado nombres de plantas, flores, pájaros, pintores, batallas, etcétera, y que en ese sentido el callejero cacereño está casi agotado, pero puestos a rebuscar, podrían haberse elegido nombres de personajes de “TBO” o de aventuras infantiles, como: “Calle de Mortadelo”, “de Filemón”, “de Rompetechos”, “de Don Pío”, “del Pato Donald”, “del Supermán”, “del hombre Araña”, etcétera, cosa que al menos era más imaginativa y sobre todo apartada del aspecto político, con lo que no se corre el peligro de revancha posterior, de otros ayuntamientos de signo contrario, de lo que pueda servir como ejemplo el que los comunistas traten de quitar del callejero los nombres de la época franquista… Ya ve usted qué sencillo, y qué poco complicado para el futuro.
Diario HOY, 12 de noviembre de 1981

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