domingo, 9 de julio de 2017

Cuando las casas se hacían con la cabeza

Recuerdo yo que la casa de mi abuela era fresquísima… y conste que no voy a hablar de cosas personales. La casa de mi abuela, al igual que las casas del Cáceres tradicional —sin ser una maravilla— tenía un zaguán con magníficas y antiguas bóvedas y unos enormes muros que la aislaban del calor y el frío hasta el punto de que, nosotros que vivíamos en una casa más moderna, para librarnos de los calores estivales —como ahora venimos padeciendo—, nos trasladábamos, al menos en el hueco de la canícula, al piso bajo de la casa de mi abuela donde sin aire acondicionado ni gasto ninguno, disfrutábamos una magnífica temperatura, hasta en la siesta. Al igual que mi familia, supongo que lo harían otras, siendo en nuestro caso el único y agradable “veraneo” que hacíamos por aquel entonces cuando la “sofisticación” o el uniformado de las construcciones no habían llegado a los extremos de ahora.
Viene esto a cuento de que hemos abandonado el “funcionalismo” de lo tradicional y ahora nos estamos dando cuenta que hemos equivocado el camino. Los maestros de obra que hicieron el Cáceres antiguo —conste que no hablo de palacios, sino de casas como las de la calle Caleros, Hornos, Moros, etc.— sabían lo que hacían y al menos, al construir, tenían en cuenta lo que los modernos constructores —técnicos elevados incluidos— no tienen ahora: el clima donde se va a instalar la casa proyectada.
Por buscar un ejemplo que todos conocen, veamos el “Edificio de Servicios Múltiples”, que posiblemente estaría bien en un país nórdico, donde la falta de sol exige enormes ventanales, y el acondicionamiento interno —por el clima— tiene que ser artificial siempre. La práctica nos está diciendo que esos enormes ventanales aquí donde la luz sobra son innecesarios, y la “refrigeración” del interior —también por causa del calentamiento de esos ventanales, y de los exiguos muros— en un prolongado verano como el extremeño, arruinaría al más pintado… Lo que ya viene sucediendo con dicho edificio en el que, además, cuando la refrigeración para se convierte en una sucursal del infierno. ¿No es esto suficiente enseñanza para aprovechar de lo tradicional lo que ya sabían nuestros viejos maestros de obras que los muros y las ventanas aquí tienen que ser de otro modo?
No sé si ustedes me entiende, pero en un viejo caserón sin pretensiones, de la calle Caleros, Hornos, etc… y sin gastar un duro, se está bastante mejor y más fresco que en estos modernos edificios proyectados para un sitio y ubicados en otro.

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