viernes, 21 de julio de 2017

De buena marca, pero montado en la transición


La verdad es que esto que voy a contarles a lo “peor” también les ha ocurrido a ustedes, pero de algo tenemos que hablar. Resulta que hace ya tiempo mi mujer decidió comprarse uno de esos cacharros a los que llamamos electrodomésticos, que suponen una gran ayuda para el ama de casa y para la industria nacional del actual consumismo. Nos pusimos de acuerdo con una de las casas del ramo de toda confianza y comenzamos a ver marcas y precios. Se admitían consejos de todo tipo: del técnico y de las amigas de mi mujer que ya tenían “el cacharro”. Todos coincidían en que el instrumento era de una gran ayuda en una casa (no importa aquí si era la lavadora automática, el lavavajillas u otro aparato de la extensa gama de ayuda a la mujer). En fin, que como parecía que de los más baratos y de mejor garantía eran los de una determinada marca nacional, así se lo hicimos saber al vendedor, que nos dijo: “En efecto, suelen salir buenos, pero si podéis hacer un esfuerzo económico tenemos unos de marca alemana que, aunque son un poco más caros, no se averían nunca. Ya sabéis cómo son los alemanes.” Se nos dijo la marca y yo aventuré mi opinión porque había leído no sé dónde que, en efecto, la marca era alemana en origen, aunque se montaban en España igual que los otros de marca española… “¡Pero no tienen ni punto de comparación —dijo el vendedor—.”
Total, que me convencieron y se instaló el cacharro, que funcionó relativamente bien durante algún tiempo hasta que una tarde nos dio el disgusto de inundarnos la casa porque se le salía el agua que utilizaba y no había forma de pararlo. Se tocó “zafarrancho de combate” en la familia y aun en el vecindario y pudimos recoger el agua vertida tras un esfuerzo titánico y pedir mil disculpas al vecino de abajo al que le habíamos destrozado la decoración que tenía recién hecha. Vino el técnico, que dijo que la cosa era inconcebible en esa marca y que iba a variar el “carataplaje automático” o algo así. Lo varió y, en efecto, funcionó un día bien, pero al siguiente hubo nueva inundación, “zafarrancho” otra vez y llamada al canto al técnico. “Es rarísimo el asunto —dijo—, pero le voy a cambiar no sé qué manguito y ya verán ustedes como no vuelve a pasar…” Pero pasó y entonces dijo que no tenía apretada bien no sé qué cosa… Y volvió a pasar. La explicación que finalmente me dio es que esta gama se había hecho posiblemente durante la transición a la democracia, cuando las huelgas eran continuas y los obreros de los montajes no los atendían como antes… “¡Bueno!, ¿pero no quedamos en que la marca alemana era una garantía?”, inquirí un tanto amoscado. “Pues sí —me dijo—, pero la democracia ha traído estas cosas, que por cierto ya comienza a dejar de pasar.”
No sé yo si la explicación será válida, pero pienso que al menos a estos productos montados en esa época les deberían poner un cartelito que dijera algo así: “¡Ojo, la marca es buena, pero se montó en la transición…!” ¿No será esto mismo lo que les viene ocurriendo a algunos partidos políticos?
Diario HOY, 17 de noviembre de 1981

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.