(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)
Entre las muchas anécdotas “reales”
que se cuentan, ocurridas en nuestra tierra, hay una que muy bien podríamos
dedicarla a la “Cofradía Extremeña de Gastronomía” para que, sobre los
inconexos datos recogidos por nosotros, pudiera hacer un más profundo estudio
de cómo en realidad ocurrieron los hechos. La verdad es que yo la he oído
contar durante una partida de caza, en la que en un chozo nos comíamos unas
sopas que nos supieron a gloria, y que encomiando al cocinero, él,
humildemente, nos la contó como para quitar importancia a sus cualidades
gastronómicas. Tenemos entendido que también Martín Gil recogió algo parecido
en uno de sus artículos, por lo que se afianza más la creencia de que los
hechos fueron ciertos. Según nuestro narrador el hecho sucedió con el rey Alfonso
XIII, cuando se encontraba por nuestra tierra cazando, ya que ésta fue una de
sus aficiones preferidas. Resulta que el joven monarca —que entonces lo era— se
perdió de sus compañeros de cacería y llegando el mediodía comenzó a entrarle
el hormiguillo del hambre del que no se libran ni los reyes, por lo que viendo
una choza de pastores se dirigió a ella, rogando al pastor que satisficiera su
apetito, sin darse a conocer más que como un cazador que se había perdido de la
partida.
El pastor, cuyo nombre no consta, estaba preparando un frite de
cordero y echó unas tajadas más para que “cundiera”
para todos. Aquello olía a gloria y a gloria le supo, según confesó el propio
rey, el plato de caldereta que en abundancia le sirvió el pastor en el plato de
madera. Más tarde, y con la euforia de la sobremesa, el rey se dio a conocer e
invitó al pastor a viajar a Madrid y hacer otro frite para sus amistades. Ni
que decir tiene que el pastor-cocinero fue a la capital con todos los gastos
pagados y se le proporcionó cuanto pidió para cumplir la promesa de hacer “frite” para las amistades reales...,
pero no salió tan bueno, y Alfonso XIII, con la sinceridad que le caracterizó
siempre, se lo dijo abiertamente:
— Majestad —respondió el
pastor— me ha faltado un cierto aderezo que
no se me ha proporcionado.
— ¿Qué me dices —le
respondió el rey—, es posible que no te
hayan proporcionado todo lo que has pedido o es algo que se te ha olvidado
traer a ti?
— La culpa es vuestra, señor
—dijo el pastor— porque os ha faltado el
cansancio y el hambre que teníais el día que aparecisteis por mi chozo.
De donde se deduce que no es el cocinero el que lo pone todo.
Diario HOY, 30 de agosto de 1981
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