jueves, 13 de julio de 2017

De cuando Alfonso XIII cazaba entre nosotros

(Incluida en el libro “Ventanas a la Ciudad”)
Entre las muchas anécdotas “reales” que se cuentan, ocurridas en nuestra tierra, hay una que muy bien podríamos dedicarla a la “Cofradía Extremeña de Gastronomía” para que, sobre los inconexos datos recogidos por nosotros, pudiera hacer un más profundo estudio de cómo en realidad ocurrieron los hechos. La verdad es que yo la he oído contar durante una partida de caza, en la que en un chozo nos comíamos unas sopas que nos supieron a gloria, y que encomiando al cocinero, él, humildemente, nos la contó como para quitar importancia a sus cualidades gastronómicas. Tenemos entendido que también Martín Gil recogió algo parecido en uno de sus artículos, por lo que se afianza más la creencia de que los hechos fueron ciertos. Según nuestro narrador el hecho sucedió con el rey Alfonso XIII, cuando se encontraba por nuestra tierra cazando, ya que ésta fue una de sus aficiones preferidas. Resulta que el joven monarca —que entonces lo era— se perdió de sus compañeros de cacería y llegando el mediodía comenzó a entrarle el hormiguillo del hambre del que no se libran ni los reyes, por lo que viendo una choza de pastores se dirigió a ella, rogando al pastor que satisficiera su apetito, sin darse a conocer más que como un cazador que se había perdido de la partida.
El pastor, cuyo nombre no consta, estaba preparando un frite de cordero y echó unas tajadas más para que “cundiera” para todos. Aquello olía a gloria y a gloria le supo, según confesó el propio rey, el plato de caldereta que en abundancia le sirvió el pastor en el plato de madera. Más tarde, y con la euforia de la sobremesa, el rey se dio a conocer e invitó al pastor a viajar a Madrid y hacer otro frite para sus amistades. Ni que decir tiene que el pastor-cocinero fue a la capital con todos los gastos pagados y se le proporcionó cuanto pidió para cumplir la promesa de hacer “frite” para las amistades reales..., pero no salió tan bueno, y Alfonso XIII, con la sinceridad que le caracterizó siempre, se lo dijo abiertamente:
Majestad —respondió el pastor— me ha faltado un cierto aderezo que no se me ha proporcionado.
¿Qué me dices —le respondió el rey—, es posible que no te hayan proporcionado todo lo que has pedido o es algo que se te ha olvidado traer a ti?
La culpa es vuestra, señor —dijo el pastor— porque os ha faltado el cansancio y el hambre que teníais el día que aparecisteis por mi chozo.
De donde se deduce que no es el cocinero el que lo pone todo.
Diario HOY, 30 de agosto de 1981

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