(Incluida en el libro
“Ventanas a la Ciudad”)

![]() |
El "Balilla", de Celestino Gutiérrez |
Era aquel un Cáceres recoleto en lo que todo tenía nombre o mote,
hasta los automóviles populares, fueran del servicio público o fueran
particulares, porque yo recuerdo que entre los cazadores era popularísimo un “Ford, modelo T”, propiedad del médico
militar don Salvador Salinas, gran aficionado al deporte cinegético, que lo
único que le faltaba era subirse a los árboles, porque se recorría esos campos
de Cáceres, fuera de veredas y caminos, siendo uno de los que abrió muchas
rutas a “cazaderos” donde antes no
podía irse más que a pie o en caballería y que recibió el nombre de “Don Rodrigo”.
En este recuento no podemos olvidar el “Amílcar” de Santaolaria, relojero que llevaba la conservación de
todos los relojes de torre de la provincia, que fue conocido en todo el
territorio aunque no tuviera más que el nombre de su marca.
Los “coches de Juan Francisco”
fueron los que reanudaron el servicio de viajeros de la vieja estación, siendo
su propietario Juan Francisco Muñoz, además de un gran conductor, un regular
poeta que había aprendido a conducir en Chicago (Estados Unidos), donde fue
emigrante por los años veinte —cuando la “ley
seca”— y contaba unas estupendas historias de gángsters en las que de algún
modo había intervenido. Ahora los servicios son impersonales y yo no sé si
decirles que hayamos ganado mucho con ello.
Diario HOY, 5 de septiembre de 1981
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.