martes, 18 de julio de 2017

Dos vocablos desterrados


Narciso Ibáñez, al presentar la película de miedo de la televisión del pasado lunes, esa que trataba de un “Fotógrafo asesino”, se quejaba de la mala traducción que se había hecho del título original, que en inglés era: “Peeping-Tom” (pronunciado “pipin-ton”) cuya traducción, al pie de la letra, sería: “Tom, el mirón”, para referirse a los “mirones” que siguen a las parejas o que miran las cosas de cierto tinte sexual, para cuyos mirones —según decía— no hay palabra en castellano, por lo que se optó por traducirlo como “El fotógrafo del terror”. Realmente a esos “mirones”, vulgarmente aquí se los llama “gatos”, aunque la verdad tampoco esa palabra tiene los tintes de regusto erótico que tiene la palabra inglesa. De ahí lo difícil que es traducir el sentido de unos idiomas a otros.
Pero tomando pie de esto, tenemos que decir que en nuestro idioma hay muchas palabras que tienen más amplio sentido que las que ahora empleamos, para infinidad de cosas o usos, que hemos venido desterrando, sin motivo, y sustituyendo por otras palabras que dicen menos, o por frases más complicadas para también decir menos de lo que decía la palabra desterrada, muchas veces por tontería o moda. A este respecto y como ejemplo se me ocurre, la sustitución de la palabra “maestro”, por la frase de “Profesor de EGB”, que dice bastante menos que la palabra original “desterrada”. Otra podría ser la de “practicante” por “Ayudante Técnico Sanitario”, frase complicada y menos bonita que la palabra a la que ha venido a sustituir. En fin, que a mi modo de ver, estamos destrozando nuestro propio idioma por pura “sofisticación”, generalización, o tontería. Traducido esto al idioma local o cacereño, se nos ocurren dos vocablos a los que se ha hecho muy mala sustitución, por otros que dicen bastante menos. En Cáceres, de siempre, se empleaba la palabra “morador” para designar al que vive en tu propio inmueble, diferenciándolo de “vecinos” que es el que vive en el inmueble de al lado. Pues bien, ahora se llama “vecinos” a todos y no existe la diferencia que establecía el bello vocablo “morador”.
Igual podríamos decir de la palabra “celador”, sustituida por “policía municipal”, frase que concreta menos aunque venga a decir lo mismo. Los “celadores” eran las “personas destinadas por la autoridad para ejercer vigilancia” y también: “los que procuran con particular cuidado el cumplimiento y observancia de las leyes, estatutos y otros encargos”… Esto es, si ustedes quieren, un hablar por hablar, pero ¿estamos o no destrozando el idioma?
Diario HOY, 28 de octubre de 1981

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