No crean que eso de ser alcalde debe ser cómodo. Claro que tiene sus
compensaciones, pero a veces le caen a uno incumbencias que no son nada
fáciles. Por no ir más lejos, a nuestro alcalde, Manuel Domínguez Lucero, que
ya está bastante atareado con infinidad de cosas de la ciudad, aún con la
confección del “censo de población” —aunque esto se lo lleva la eficiente
Aurelia— le cae ahora otro censo. Resulta que el Departamento de Zoología de la
facultad de Biología de la Universidad de Madrid le encarga nada más ni nada
menos que un censo de los nidos de cigüeñas blancas que hay en los tejados y
torres de nuestra ciudad, y suponemos que también en cierto modo el
“empadronamiento” de los individuos “cigüeñiles” que forman cada uno de estos
“hogares” conocidos por nidos. No creemos que en este caso se exijan los
nombres y apellidos de cada cigüeño, ni que se les haga firmar la hoja censal
con el pico, pero así y todo el censo entraña sus dificultades, si es que se quiere
quedar a las buenas con mencionado departamento científico. Justo es reconocer
que desde hace muchos años las cigüeñas son vecinas de Cáceres y por tanto
tienen derecho y obligación de ser empadronadas. Pero ¿ustedes se imaginan a
alcalde torre por torre, tejado por tejado, recontando cigüeños? Porque estimo
yo que en estos menesteres no le va a cargar el mocho a Aurelia, que se negaría
en redondo a subirse a los tejados para decirle a las cigüeñas que no van a
tener derecho al voto si no se empadronan… La cosa es difícil, porque a ver qué
agente censal se busca el alcalde de no hacer el trabajo, como quien dice, a “ojo
de buen cubero”, lo que no es en absoluto científico.
Claro que si las cosas se quieren hacer bien hay soluciones para todo,
aun reconociendo que la función del alcalde puede ser delegada —¿qué hacer ,
enviar a su secretario don Roberto?— porque como no hay “Comisión Delegada de
Asuntos Cigüeñiles” la cosa se complica y a lo mejor a don Roberto, con el Código
bajo el brazo, no le aguantan las débiles estructuras de lo viejos tejados
cacereños, que, con tanto peso, pudieran venirse abajo. En fin, mi consejo
—caso que me lo pidan— es encargar a los jóvenes del Club de Vuelo de Alas Deltas
que entre pasada y pasada vayan haciendo el censo solicitado, porque ni el
alcalde ni la Corporación están para esos trotes, que luego pasa lo que pasa y
los cacereños acabarían cantando:
“Vi al alcalde
Domínguez Lucero
persiguiendo
cigüeñas por los aleros”.
Diario HOY, 11 de junio de 1981
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