Igual que al agente 007, James Bond, se le concedía “licencia para
matar”, aquí en España, hay muchos fabricantes de la rama alimentaria que
parece tienen “licencia para envenenar”, dándose el caso de que muchas veces el
envenenamiento acaba en muerte, con lo que una licencia tiene equivalencia con
otra. En el primer caso toda la trama
son argumentos de películas entretenidas, pero en el segundo la historia se
basa en la vida real, con el consiguiente riesgo para usted y para mi, sin que
podamos decir que al final ganan los “buenos”, porque acabamos no sabiendo quién
es el “malo”: si el que se enriquece a costa de la salud de los demás, los que
tienen el sagrado cometido de vigilar por la salud de la sociedad y no lo
hacen, o los consumidores que parece hemos quedado sólo para enriquecer a los
desaprensivos aun a costa de nuestra salud y somos una especie de “carne de
cañón” que hemos quedado para eso. Algunas veces pienso que va a tener razón el
maestro que puso la historia de España en verso para facilidad de sus alumnos,
quien en lo referente a la invasión árabe decía:
“Vinieron los
sarracenos
y nos molieron
a palos
que Dios ayuda
a los malos,
cuando son más
que los buenos.”
No sé yo si son más ahora los malos fabricantes que los consumidores,
lo que sí pienso es que es un contrasentido el que se exija tanto para unas
cosas y tan pocas para otras. Por ejemplo, para tener usted carnet de conducir
ha tenido que aprenderse un código, pasar por unos exámenes fuertes y observar
unas normas porque hay una Guardia Civil de Tráfico, que si se desmanda —por
mucho carnet que tenga— le “meten en vereda” y hasta pueden quitárselo.
En cuanto a los fabricantes de alimentos, la teoría es la misma pero
no se cumple, porque falta el último tramo el de la extrema vigilancia para el
que se desmanda… Aquí parece que los encargados de la inspección dicen: “Si se muere
alguien, ya investigaremos”… y tienen que morir una cincuentena de personas
como usted y como yo confiados en que todo está inspeccionado, para que la “máquina
inspectora” comience a moverse. ¿Es que tan poco contamos los consumidores que
se nos toma como cobayas de laboratorio? Creo que la Administración debería
hacerle un poco más de caso a García Pablos y los suyos, porque el consumidor
también cuenta.
Diario HOY, 9 de julio de 1981
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