domingo, 30 de julio de 2017

El "juicio de residencia", una sana costumbre desaparecida


Ahora que estamos con las nuevas leyes democráticas, constitucionales, etc., como “chiquillo con zapatos nuevos” —cosa que nos parece muy positiva— es oportuno recordar que en España ha habido leyes ejemplares —cumpliéranse o no, que esto es harina de otro costal— que en muchos casos han servido al mundo como inspiración de bien hacer y ordenar. No queremos remontarnos a las primeras leyes internacionales que creara el padre Vitoria, ni hacer un examen de las “Leyes de Indias”, que también tuvieron su ejemplaridad teórica, sino de algunas otras más próximas, como podría ser la Constitución de las Cortes de Cádiz, que luego derogó Fernando VII —un nefasto rey si los hubo—, pero que sirvió de inspiración a otras constituciones centroeuropeas y en ellas se ha mantenido hasta hace poco, o bien, a  los antiguos “juicios de residencia” que solían hacerse a las persona que habían ejercido cargos públicos, tras de su mandato pidiéndoles cuenta de todo lo hecho.
Recordamos a este respecto que el quijotesco y popular médico cacereño que fue don Ricardo Becerro de Bengoa, desaparecido ya, pero fundador de asociaciones e inquieto promotor de actividades, lo repetía cada dos por tres: “Hay que volver a realizar los juicios de residencia a los que han ejercido cargos importantes y tras ellos se verá la honradez o no de los que nos gobiernan.” Ni que decir tiene que nadie hizo caso a don Ricardo y hasta se le tildó de loco, pero para mi que, si hubiera vivido en estos tiempos de apertura, su proposición no está tan fuera de lugar como algunos decían, ya que el “residenciar” era una vieja —y sabia— tradición española que quizás por insólita obligaba a una continua honradez a los que mandaban, por saber que al final del mandato se le haría un juicio para pedirle cuentas.
Cuentas de este tipo rindieron en nuestra mejor época: el Gran Capitán, cuya respuesta a esta petición se hizo célebre con las llamadas “Cuentas del Gran Capitán”; pero todos los virreyes que ejercieron cargos, y de ahí para abajo todos los que desempeñaron cargos públicos administrando dineros ajenos, tenían que pasar por estos “juicios de residencia” y dar detallada cuenta de todo, respondiendo con su propio capital y hacienda de lo que podía dárseles “por comido” y si no, terminando en la cárcel para pagar su culpa. Podríamos citar numerosos ejemplos de personajes famosos que así acabaron, pero no es éste el caso, sino simplemente el preguntarnos: “¿Aguantarían hoy, muchos de nuestros cargos públicos, los mencionados “juicios de residencia?”
Diario HOY, 21 de enero de 1982

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